Por Matías Bosch
Ha causado asombro que el Ministerio de Economía, Planificación y
Desarrollo diera a conocer un estudio que, aplicando una metodología del PNUD,
determina que el Índice de Pobreza Multidimensional en la República Dominicana
habría disminuido desde un 45% de las personas en 2005, al 23.1% en 2016.
Al revisar el informe es posible ver, en primer lugar, que el mismo no es
una aplicación exacta de la metodología del PNUD, según explican por la
disponibilidad de datos. En lugar de indicadores como mortalidad infantil
y nutrición, que no se incluyen, el análisis presentado por el MEPYD toma en
cuenta la seguridad en la tenencia de la vivienda, el acceso al seguro de salud
y pensiones, y, como indicador más importante, el ingreso por persona en el
hogar.
Decimos que el ingreso por persona en el hogar es el indicador más
importante, porque a la hora de hacer la medición en el estudio, el mismo vale
el doble de los demás indicadores. Y al observar los resultados, lo que pasa
con el ingreso explica en gran medida (un 30.5%) la supuestamente dramática
disminución de la pobreza multidimensional en los últimos 11 años.
Creemos que aquí corresponde un análisis más riguroso y una discusión más a
fondo.
Si hemos calculado que el salario real promedio de los dominicanos producto
de su trabajo ha retrocedido, siendo un 10% menor al de 1996; si más del 40% de
la población en edad de trabajar no puede participar del mercado laboral y el
desempleo ampliado apenas disminuyó un 1.4% entre 2012 y 2016; si el 58.2% de
los salarios en el país están por debajo de la línea de pobreza y el 10% más
rico se queda con 41 veces más renta que el 10% más pobre ¿cómo es posible que
la pobreza haya disminuido tanto y gracias al ingreso de los hogares?
Las razones son dos: se están calculando ingresos por encima de los que las
personas pueden producir realmente gracias a su trabajo, y la línea de pobreza
que se usa como referencia favorece un resultado generoso.
Al medir los ingresos para estos y otros estudios sobre pobreza, las
entidades oficiales están incluyendo los ingresos producto de remesas y
transferencias gubernamentales, específicamente los subsidios sociales. Esto es
particularmente delicado cuando sabemos que tan solo en 2016 las remesas
familiares recibidas en el país llegaron a los 5,261.5 millones de dólares, es
decir casi 250 mil millones de pesos; y que el presupuesto de subsidios
sociales ya llega a casi 12 mil millones de pesos anuales. Si el cálculo toma en
cuenta estos dos factores, a los ingresos reales de los dominicanos se les
están inyectando esteroides para ver la realidad más linda de lo que en verdad
es.
Si a esto agregamos que se está tomando como línea de pobreza un monto de
4,644 pesos por persona, estaríamos asumiendo que un hogar con 4 personas y 19
mil pesos en la cartera –que no producen por sí mismos y no son seguros- puede
vivir sin sufrir privaciones importantes, cuando para el Banco Central la
canasta básica familiar promedio anda ya en los 28,773 pesos.
La discusión que planteamos aquí no es técnica. Los cálculos están muy bien
hechos. No hay adulteración ni artimañas. Pero el debate que se necesita es
político: decidir si una sociedad supera la pobreza con respiración artificial,
y que las estadísticas así lo declaren, o se logra través de la riqueza que se
produce y la justicia con que esta se distribuye. No podemos caer
en el autoengaño.

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