Por Miguel Ángel Cid Cid
El bagaje teórico de los integrantes de las cúpulas de los partidos
políticos se va empobreciendo de más en más. Ser teórico ya no es un mérito,
ahora es una deshonra, un estigma. Cuando se dice: “Ese es un teórico”. En
verdad están señalando que eres un vago, un sin servir, un bueno para nada, un
pasa cantando…
Los líderes políticos —debido a lo anterior— construyen su propia
realidad sin importar consecuencias. La actitud es una manera abusiva sobre
cómo asumir la construcción social. Prefieren resultados rápidos, aunque
cuesten caros.
Los líderes pretenden, bajo esa premisa, construir organizaciones
políticas con miembros embrutecidos. Partidos cuya militancia sienta que
renunciar significa el fin del mundo. Que sus seguidores les obedezcan a ciegas.
Así, embelesados en ese mundo ficticio, se jactan de pregonar que
disponen de un ejército de incondicionales. Incluso, exclaman: “Ellos sólo
confían en mí, yo soy su única esperanza”.
La inseguridad de estos líderes los lleva a ahogarse en un mar de sospechas.
Aseguran que hay una trama para destronarlos. Se pasan el tiempo divisando
competencia hasta en los rincones más oscuros de la agrupación.
Porque se dan cuenta tarde de las debilidades del adoctrinamiento. Que
ellos cayeron en su propia trampa. Que los resultados de la lealtad comprada,
del fanatismo, la alucinación, el engaño y el delirio se pierden con facilidad.
Fernando Mejorado, estratega electoral mexicano dice: “Los jóvenes, a
los cuatro o cinco meses afiliados a los partidos, comienzan a imitar los
líderes del partido”. Repiten sus frases, ensayan el tono de voz y hasta la
forma de caminar y sonreír. Cuando lo
ideal sería que “inyecten nuevas ideas y narrativas” diferentes.
Pero, ¿qué es el adoctrinamiento?
Adoctrinamiento. Adoctrinar: “práctica que busca inculcar ciertos
pensamientos en las personas. Recurre a acciones diferentes para conseguir lo
que quiere: que los adoctrinados se apropien de las ideas enseñadas”.
Y todo sigue igual hasta que aparece otro con promesas renovadas. Promesas
que reviven las ambiciones que la doctrina mantenía adormecida.
Educación política
La educación política, contrario al adoctrinamiento, propicia un
ambiente fluido. Para que cada miembro del partido haga la tarea que le toca
sin interrumpir el trabajo de sus compañeros.
En toda asociación humana convergen pensamientos diferentes, de
acuerdo a los orígenes socio-económicos de los integrantes. Sucede que estos se
van nucleando según sus intereses. Y llega un punto que las contradicciones —si
no se tratan a tiempo— terminan siendo antagónicas o irreconciliables.
El rol del líder, en consecuencia, está en orientar a sus seguidores
—al través de la educación política— para dirimir las contradicciones antes de
que lleguen al antagonismo.
En tal sentido, el propósito principal de la educación política está
en formar ciudadanos críticos. Ciudadanos capaces de operar la política para
aprovechar las circunstancias en favor de la mayoría. Favorecer escenarios
propicios a la participación activa en la sociedad.
Educa para la comprensión del Poder y la autoridad, cómo se ejercen en
los diferentes contextos de la sociedad y el gobierno.
Para esos fines deberán conocer la historia y las ideas políticas de
su país y en menor grado a nivel internacional. Ponerlos en capacidad de
enseñar a otros sobre los diferentes sistemas políticos.
La educación política, además, se empeña en capacitar en el uso de las
herramientas para el debate. Todo político debería ser ducho al momento de
debatir sobre un tema determinado.
Aprender sobre planificación. A divisar el entorno cercano igual que
el entorno lejano. Y con ellos
identificar la tendencia histórica. El análisis de los resultados de todo lo
anterior conduciría a decidir sobre la tendencia deseada. Es decir, que queremos
cambiar: eso es planificar.
Como puede verse, la educación política enseña a pensar. El
pensamiento libre, el pensamiento lógico, el pensamiento crítico, la
independencia de decisiones… Pero, cuando deciden seguir un líder, la lealtad
está asegurada. Porque estos apoyan ideas, apoyan proyectos de nación, nunca
individuos.
El adoctrinamiento, en cambio, es inconsistente. Se alimenta de
promesas incumplidas. Vive en una zozobra de celos y zancadillas entre sus
propios compañeros.
Quizá por lo anterior es que, los líderes políticos prefieren
adoctrinar antes que educar. Porque optan por lo fácil, aunque sea caro y dure
poco.
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