Exactamente un año antes del evento, puede resultar saludable y hasta
tentador, tratar de construir un “retrato”, de lo que es el momento político
que viven los dominicanos, de frente a las elecciones presidenciales mas
“cacareadas” del siglo XXI
Personalmente, lo que mas llama mi atención, es la incertidumbre
colectiva reinante. Nadie sabe exactamente cuál será el escenario electoral en
la próxima primavera y mucho menos lo que sucederá el “D”. Pero mas que eso, creo
que ni siquiera los candidatos “de verdad” están definidos al día de hoy. Y
digo “de verdad”, porque hay varios “de mentira”, cuyas fotos aparecerán en la
boleta de mayo 2020, llueva, truene o ventee.
Esta “toma momentánea” del proceso que pretendo, no es para registrar
la evolución de las candidaturas por sí mismas sino, de las estrategias que
siguen los “presidenciables” para asegurarse estar en la boleta de mayo. Por
primera vez en la historia dominicana, las luchas por las candidaturas, rebasan
con creces las expectativas de las propias elecciones.
Las razones son varias y diversas. No se trata solamente, de la
tradicional resistencia a abandonar el poder, de parte del sector político que
lo ejerce. No, a esas “poderosas” motivaciones, se le suma hoy, un componente de
carácter individualista, que transforma el certamen en una cruenta lucha entre,
el orgullo de inscribir en la historia un nombre en particular y la natural
oposición de la sociedad a que se violenten los cánones morales para
conseguirlo.
En esta especie de encerrona política, se encuentran Leonel Fernández
y Danilo Medina, quienes, a su vez, arrastran al ruedo a la principal figura de
la oposición, Luis Abinader Corona. Y digo que “lo arrastran”, porque en cierta
forma, su suerte está atada al resultado de la lucha interna de ellos.
De pronto, el joven economista y líder del Partido Revolucionario
Moderno, se pudiera convertir en la piedra de toque, que marque la diferencia
en este trascendental momento político que vive la nación dominicana.
Comprender esa realidad, constituye el mayor reto político que
enfrentará Abinader en su vida pública. Pero, eso sería tal vez, pedir demasiado
a un hombre que vive, actúa y se mantiene en un ambiente de “tradicionalidad”
política, tan rancia, como apasionada.
Sin embargo, me consuelo pensando que la formación académica y social
del hijo de don Rafael, terminará por hacerle entender la realidad de la vida,
lo inexorable de la historia. “Las
oportunidades son únicas y jamás se habrán de repetir”. Sólo hay un tren en
el andén y para estar en la boda con la gloria, hay que abordarlo a tiempo.
Pero Luis no es el único responsable de lo que pudiera pasar mañana,
si no se toman las decisiones correctas hoy. Las culpas no serán solo color añil
mostaza; por igual, buena parte del violeta purpurado, habrá de pagar el pecado
cometido.
El asunto es que, como en Sodoma, no se podrá ni siquiera mirar hacia
atrás. El pasado invadirá el presente y arropará lo que pudo ser el futuro, y
una media estrella reinará sobre las ruinas de su extinta mitad; hasta que
surja alguien con mas determinación y sentido histórico que Leonel y Luis.
Ya con nombres y apellidos, los responsables de la debacle no pueden
argumentar ignorancia. Ambos, como dominicanos, saben muy bien que, los
partidos de béisbol, solamente se ganan anotando carreras. Que soñar con ganar
por los errores que cometa el contrario, es una idea tan volátil como peregrina.
Y les cuento cómo el escenario está definido para una gran apuesta,
por parte de Luis Abinader y Leonel Fernández. Basta con que lean el tablero
político del momento. Medina está empecinado en reelegirse, y por las mismas
razones, ambos debieran estar también decididos a impedírselo. Es que los tres
tienen el mismo motivo: la sobrevivencia política.
Mas luego, en entregas futuras y si no es que alguno de los
interesados me manda a “freír tusas”, espero compartir detalles son ustedes, sobre
la estrategia particular de cada uno de ellos y las variantes y posibilidades
del mas novedoso “negocio político” del siglo, luego de la herencia que nos
dejaran Joaquín Balaguer y Juan Bosch, aquel verano de 1996.
Hay una diferencia, que yo no sé si aplica en favor o en contra de la
mutual “L & L”. Balaguer simplemente quería una retirada organizada, y lo
logró; mientras que Juan Bosch, únicamente buscaba despedirse con tranquilidad.
El Viejo estaba convencido de que, con sus enseñanzas, sus pupilos nunca
alcanzarían el poder y cómo buen padre, les dejó sobre la mesa un billete de
lotería que resultó ganador, aquel primero de junio.
¡Vivimos, seguiremos disparando!
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