Por Miguel Ángel Cid Cid
Cada gobierno
construye la obra más moderna de toda el área del Caribe. Sin embargo, ¿qué
sentido tiene construir súper modernas obras, si no se provee de un equipo
permanente de mantenimiento?
Para los
Juegos Centro Americanos y del Caribe, Santiago 86, el Estado construyó las
instalaciones deportivas indicadas para la competición. En el discurso de
inauguración el presidente de entonces definió el complejo deportivo como el
más moderno y completo de las Antillas y el Caribe.
Pero el
mandatario no se dio cuenta que faltaba la Villa Olímpica dónde hospedar los
atletas y el personal técnico de las delegaciones representativas de los países
participantes. Faltaban pocos meses para el inicio del evento deportivo.
La falta de un
plan coherente obligó a trabajar horas extras para acondicionar al vapor un
segmento del complejo habitacional Invivienda Santiago que se construía al otro
lado de la ciudad. Debido al remiendo, todavía hoy la gente llama “La Villa” al
conjunto de apartamentos.
A la larga el
complejo deportivo modernísimo terminó siendo utilizado como refugio de los
desalojados del río Yaque del Norte durante la tormenta Olga. Los refugiados
vivieron en las edificaciones hacinados, socavando las estructuras de los
locales. Otra parte de las instalaciones se salvó porque se usó para construir
el local del recinto de la UASD en Santiago.
No hay mal que
dure cien años ni pueblo que lo resista. Leonel Fernández, un presidente que
priva en adelantado, quiso convertir el país en un Nueva York Chiquito con el
Metro de Santo Domingo y todo. El mandatario dijo que su obra estaba a la
altura de los metros más importantes del mundo. Sólo le faltó equiparar su
Metro, inaugurado el 29 de enero de 2009, con el Metro de Moscú.
Leonel
Fernández fue un presidente tan moderno que con solo tocar las obras las
convertía en modernas. Leonel sabe tanto que las actividades comienzan cuando
él llega. Es demasiado moderno para ser entendido por una población ignorante.
Por eso lo destutanaron.
Pero él cree
que el pueblo (ese mismo subestimado, burlado) anhela el regreso de él como un
mesías en el 2024. Prepárense para resistir hasta el 2044 cuando su hijo lo
herede.
En el sector
privado se juega con los mismos dados. La oligarquía de Santiago, por ejemplo,
se ufana de ser la vanguardia de la producción y el desarrollo económico del
país. Alegan ser una oligarquía pujante, de avanzada. Pero para poder terminar
la construcción del Hospital Metropolitano de Santiago, (HOMS) elgobierno de
Fernández les donó –perdón, le prestó-- 25 millones de dólares. Así cualquiera
puja.
Es indiscutida
la eficiencia del sistema de salud pública y privada. Tanto es así, que el
gobierno actual decidió transferir, ¿en calidad de préstamo? más de 2 mil millones
de pesos a los dueños de clínicas privadas del país. En tanto que los hospitales
públicos se caen a pedazos.
Los mal
llamados préstamos se hacen para tapar la incapacidad que caracteriza al sector
privado en la gestión de sus empresas. Estos empresarios de éxito ven el gobierno
como una vaca para ordeñar. Esa es la verdad linda y lironda.
La otra verdad
es que mientras los ricos se sirven del Estado con la cuchara grande, para los
pobres no hay modernidad que valga.
Se podría
seguir el inventario en el campo de la tecnología y las telefónicas. Ahí sí que
somos grandes. Sólo Estados Unidos nos lleva un chin. La lista sería tan larga que
faltarían días para poder leerla.
En este país
la modernidad y el desarrollado se resuelven con juegos de palabras.