POR ROLANDO ROBLES
Confieso que prefiero no “llover sobre mojado”, porque tal costumbre
es propia de los que se sienten tocados por el destino para hacer cambiar la
mentalidad de los humanos ante los grandes transes históricos. Esos febriles
moldeadores del pensamiento colectivo, que repiten una y otra vez -con el ritmo
y la cadencia de los rezadores de velorio- las “buenas nuevas”que emanan de sus
oráculos y que han de ser el padre nuestro de las masas desposeídas de
raciocinio.
Hablo de esas personalidades que presumen de un liderazgo -sea real o
ficticio- y que deben ser persistentes y tenaces, so pena de perder el
prestigio ganado o usurpado; sabrá Dios, con cuales añejas y perversas prédicas
de milenaria data.
El caso es que yo soy un hombre común y corriente, que únicamente digo
lo que pienso y creo; y a propósito de las trescausales que pudieran permitir
el aborto legalmente, deseo compartir mis pareceres, reconociendo que no soy
imparcial. Que soy “provida” y que, además, apoyo el derecho de la mujer a
disponer de su cuerpo, especialmente en asuntos que sólo ellas, por orden de
Dios y la naturaleza, tienen exclusividad en la decisión.
En esta singular coyuntura, recomiendo a mis hijas que eviten el
aborto, pues, en definitiva, no es bueno. Pero que, si se presenta una
situación de las previstas en las causales, en ninguna circunstancia permitan
que otros decidan por ellas, incluido yo. Claro, para mí el aborto es tan sólo
unmal social y está condicionado al momento que vive la humanidad. No creo, ni imagino
siquiera, que Dios haya dejado constancia clara de que “lo condena de manera
absoluta”.
Lo que si creo es que, hay gente que usurpa el poder de Dios y quiere
actuar como su lugarteniente; un papel que definitivamente, nunca han podido
probar que el Creador les hayaotorgado. Sólo hay que darle un vistazo a la
historia y comprobaremos que dicho decreto, nunca ha sido firmado por Dios o
por alguno de sus ministros, si es que existieran.
Dejando de lado los aspectos divinos y religiosos del asunto y tratando
los de caracteres más mundanos, que son los que nos corresponden, enfoquemos el
asunto dentro del marco puramente legalista. Lo primero es que la Constitución
vigente garantiza la vida desde el momento mismo de la concepción y ninguna ley
puede obviarlo y mucho menos negarlo. Esto obliga a una modificación, pero ¿hay
posibilidad alguna de modificar la Carta Magna hoy, para tales fines?
Sin respuesta clara para esta primera interrogante, veamos otras
aristas de este problema. En este momento, la sociedad dominicana está dividida
en dos grandes bandos, en lo relacionado con el aborto y sus causales. Y esta
división no surgió porque el presidente Abinader se pronunciara sobre el asunto
en su reciente entrevista con el diario español. Hace tiempo que los religiosos
están “cuadrados” en contra de la sociedad civil que solicita se permita el
aborto en las condiciones especiales que establecen las causales.
Es de rigor precisar que esa denominada “sociedad civil”, capitaneada
-entre otras organizaciones - por la prestigiada Participación Ciudadana,
durante mucho tiempo fue el instrumento de penetración de las políticas
extranjeras en el país y/o en el gobierno; y que buena parte de su personal,
cuando se rompieron los nexos (sociales y económicos) con el gobierno de Donald
Trump, abandonaron el viejo “imperialismo americano” y se arrimaron al nuevo
“imperialismo chino”.
Probablemente, esa repentina idea de cambiar de socio de los
muchachones de la “sociedad civil”, arrastró a Danilo Medina y su PLD a romper
con Taiwan y hoy están pagando las consecuencias de ese bizarro “salto de
cacata”. Lo que nunca sabremos con exactitud es ¿quién arrastró a quién?; si
fue Participación a Medina, o lo contrario.De todas formas, Abinader puso el
punto sobre la “i” en la entrevista conEl País, aclarando la posición del
gobierno dominicano.
Entendiendo que, con este problema de las causales del aborto, no hay solución
satisfactoria para las partes enconflicto.Se impone, por tanto, la búsqueda de
salidas inteligentes, que allanen el camino a un acuerdo civilizado y obliguen
a los bandos a aceptar lo acordado. La salida ideal pudiera ser el referendo
establecido en el artículo 210 de la Constitución; solamente habría que votar
la ley especial que lo regula. Si no hay suficiente voluntad política para
aceptar una solución negociada, preguntémosle al pueblo, tal y como manda la
Constitución.
Alresultado de un referendo, no se puede oponer nadie, porque es la
máxima opinión nacional la que hablará; la voz del pueblo, que casi siempre
tiene la razón. En el ínterin, se puede aprobar el tan necesario Código Civil,
dejando fuera el asunto de las causales yproponer una reforma constitucional
completa que, además de adecuar el artículo 37 a la realidad actual, también,
introduzca los cambios que separen el Poder Judicial de la voluntad del Poder
Ejecutivo.
Mi temor es que los vetustos sectores que se enfrentan, de uno y otro bando,
se opongan a este mecanismo por el temora ser repudiados por el voto popular y,
en consecuencia, rechacen la consulta. Consulta ésta que, por demás, es no sólo
legal sino, legítima, constitucional y oportuna.
¡Vivimos, seguiremos disparando!