El imperio cayó... El cambio llegó
Por José Francisco Peña Guaba
Apenas había transcurrido poco más de un año del triunfo del PLD y el
Presidente Danilo Medina en las elecciones de 2016, alcanzando un histórico 62%
de respaldo, de modo que parecía que su popularidad llegaría al cielo y que
habría danilismo para rato.
Algunos comprendimos que eso era algo momentáneo, básicamente producto de
la división interna del principal partido de la oposición, el PRD, como del
debut electoral del nuevo PRM. Entendimos que los resultados de ese proceso
fueron circunstanciales, no reales y que una recomposición del mercado
electoral podrá cambiar radicalmente el posicionamiento obtenido.
Los asesores presidenciales desplegaron muy pronto el propósito de
convencimiento de que Danilo sería nueva vez carta de triunfo del PLD, de que
nada ni nadie lo pararían, que estaba “signado por el destino” para desempeñar
un tercer periodo. Era tal la seguridad del objetivo y la confianza en que se
lograría el propósito, que subestimaron a LEONEL FERNANDEZ –tres veces
Presidente de la República y cabeza del Partido del Gobierno– e igualmente a
los aliados que en ese momento no comulgábamos con sus pretensiones. Quien esto
escribe, pese a tener buenas relaciones con el mandatario, fue el primero en
caer “en desgracia” por armar la plataforma política “JUNTOS PODEMOS”, que a
criterio del Palacio sería el proyecto de respaldo a las aspiraciones del
Presidente del PLD de volver al poder.
En realidad, nada más errático: Juntos Podemos era la respuesta a la
sustracción masiva de votos que se produjo contra los aliados del PLD en el
2016, porque los de la “línea dura anti alianza” dentro de los morados
quisieron demostrar que no nos necesitaban. Se trazaron como meta ganar sin
aliados las elecciones en el nivel presidencial, sobre la base del poder y de
una estructura electoral “aceitada”. Para eso la maquinaria Danilista
presentaba como logros particulares el triunfo con más del 50% de los votos del
PLD, sin necesidad de los votos de las organizaciones políticas aliadas. Lo que
se buscaba era desvertebrar el bloque progresista y ningunear a los líderes que
lo constituían, sobre todo porque el mismo era una obra de Leonel Fernández en
procura de ampliar la fortaleza electoral del PLD.
Fue tal la ceguera palaciega de aquel entonces que iniciaron una política
de extirpar a todo aquel que tenía convicciones propias o de que entendían
conservaba buenas relaciones con el expresidente Fernández. Para las elecciones
del 2016 sacaron del Gobierno a la emblemática FNP. “Los Castillo” –Marino
Vinicio, Pelegrín, Juárez y Vinicito, por sobrenombre familiar– fueron casi
conminados a irse. Al PQDC se le fabricó un expediente para justificar la
renuncia de su Presidente, Elías Wessin Chávez y a Pedro Corporán, Presidente
del PUN, se le sustituyó intempestivamente del IDECOOP. Estos 3 Partidos se
sumaron a la pérdida de apoyo de la APD de Max Puig, que se había negado a
acompañar la candidatura Presidencial de Medina desde el 2012.
Todos recordarán que para el 2016 ya el PLD había perdido el apoyo del
PRSC, que había participado aliado al PRM para las elecciones de ese año. Como
verán, entre el 2012 y el 2020 solo hubo bajas en el ejército de apoyo a los
morados. Sabía cómo nadie que los días del BIS en la alianza estaban contados,
por nuestra relación de estrecha cercanía con Leonel. Como verán, toda aquella
inmensa coalición que armamos junto a LEONEL había sido destruida en una poco
entendible “estrategia” de reducir apoyos. No conozco proyecto político exitoso
que disminuyendo su caudal de respaldo pudiese crecer electoralmente.
Se encontraban tan seguros de la apuesta reeleccionista y de los altos
niveles de popularidad del Presidente Medina, que entendieron que no
necesitaban a nadie. Cometieron hasta la osadía de desmeritar el liderazgo de
Leonel. Tal era su obcecación que pretendían ganar sin el líder principal de
los morados.
Para todo el país ganarle a la maquinaria peledeista era casi un imposible,
tras 20 años de gestión y 16 de manera ininterrumpida, que les permitió crear
en el imaginario popular un carácter de invencibilidad que solo la división
hizo creer. Nos tocó armar, inclusive en contra de la propia voluntad de
Leonel, la construcción una plataforma electoral que partió en dos el acorazado
peledeismo, con la FNP, PUN, PQDC, PTD y el BIS, partidos que habíamos acordado
llevar de candidato al expresidente Fernández de candidato en contra de viento
y marea. Tras nosotros se sumó el PRSC, que por ser mayoritario encabezó la
alianza en el nivel presidencial. Con esas fuerzas constituimos a Ganar (Gran
Alianza Nacional Renovadora), sabiendo a lo que no estábamos enfrentando,
conscientes por demás de que nuestras posibilidades electorales de triunfar
eran casi nulas pero, con nuestro ejemplo, plantábamos cara a las tantas
imposiciones y al robo descarado de la voluntad de los que participaron en las
primarias del 6 de octubre.
Estábamos convencidos que si los del Gobierno hubiesen sido inteligentes y
en vez de dedicarse a destruir nuestras bases de apoyo político y económico se
hubieran centrado en la principal opción opositora, que era LUIS y el PRM, pudo
haber segunda vuelta electoral… aunque no hubiese cambiado de forma alguna los
resultados porque el PRM las ganaría de cualquier manera. Pero ese error
estratégico debilitó totalmente al PLD, que pudo jugar varias cartas en la
segunda vuelta para agenciarse una mejor situación. Sin embargo, fueron tan
naif y tan torpes que no se dieron cuenta que la victoria en primera vuelta los
ponía a las puertas de la cárcel y de la más atroz indefensión, no porque el
Presidente Abinader los perseguiría, cosa que no es parte de su personalidad,
sino por todas las deudas que tenían con la sociedad, con un amplio sector
empresarial, con una clase media hastiada de su voracidad fiscal, con una
sociedad civil que exigía mayor transparencia, con una juventud que se expresó
en la plaza de la bandera preocupada porque se conculcara su derecho al voto
pero, sobre todo, por la deuda del peledeismo con la Iglesia y los americanos.
El poder imperial peledeista se fue cayendo como un castillo de naipes
porque la acción conjunta externa e interna así lo produjo. No había que ser
pitonisa para darse cuenta con antelación de que la plutocracia morada estaba
llegando a su fin, que solo ellos no se daban cuenta, enquistados en la
obnubilación palaciega, de que todos esos sectores contrarios sólo buscaban que
se astillara el palo para ir todos contra él. La causa eficiente, la más
determinante, no lo duden, fue la división interna. Ahí y sólo ahí se pudo
concretar la posibilidad real de que perdiera el PLD la mejor maquinaria
electoral de América Latina.
Producto de esa falta de miras, la incapacidad de atalayar el futuro
inmediato del equipo del Presidente Medina y de él mismo, no avizoraron nunca
el tsunami que se les acercaba, recibiendo una sonada pela en todos los niveles
de elección, siendo el nivel senatorial, al final, la pérdida que más los
sorprendió.
A contrapelo de todo llegó el cambio. Con él llegó un hombre lleno de
buenas intenciones, Luis Abinader, que tendrá, como capitán recién graduado,
que adquirir experiencia mientras en la mar está, para lleva el barco de la
República Dominicana a buen puerto.
Llegó el cambio y se está notando. Comienza con la forma democrática e
inclusiva del Presidente Abinader. Sabemos qué hay yerros, que se tendrán que
corregir en adecuado criterio de la idiosincrasia nuestra, pero la buena
voluntad existe para hacer las cosas bien y eso es lo importante.
Mientras crece el liderazgo de Leonel, los escándalos disminuirán el caudal
de apoyo del PLD, todo lo que está pasando y pasará era de esperarse. Hay que
ser muy inexperto para no haberse dado cuenta.
Mientras el cambio hace su apuesta por construir un nuevo esquema social,
la Fuerza del Pueblo busca hacerse con el liderazgo opositor. El defenestrado
peledeismo, en asombro total, no sabe cómo reagrupar sus fuerzas. La sociedad
civil se frota las manos porque se sabe tomada en cuenta. No sabemos con
exactitud lo que pasará en los próximos años, pues este es “un país especial”.
Le queda al liderazgo del cambio interpretar a nuestro pueblo para que no
escuchen el grito “e’pa fuera que van”.
El Presidente Luis Abinader está en el carril de adentro si entiende que
necesita un partido fuerte (el PRM), aliados estratégicos (los partidos del
sistema); si mantiene buena relación con los otros sectores de la sociedad y
hace una obra gubernamental con verdaderas realizaciones, porque, sin ser
mezquinos, la del PLD es significativa. Pero su mayor preocupación deberá ser
conocer el caballo desbocado en el que está montado, que no sea el mismo PRD
con diferentes siglas, proclive a dividirse y hacerles oposición a sus propios
gobiernos. Solo tenemos que revisar la experiencia del 78, 82 y 2000.
Se va el 2020 y con él se fue el imperio peledeista. Era de esperarse, solo
para Gardel 20 años no era nada. Hago mía la frase de Octavio Paz: “Los
imperios están condenados a la dispersión, como las ortodoxias y las
ideologías; a los cismas y a las escisiones.”
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