Por JUAN T H
El gobierno de
Hipólito Mejía pudo haber sido bueno o malo dependiendo de la acera usted se
encuentre; en definitiva la verdad es un espejo roto donde cada quien se ve el
rostro o el de los demás a través del pedazo que escoja. Todos tenemos el
derecho a decir y pensar lo que queramos. Para eso es el libre albedrío –que de
libre no tiene nada- porque siempre está sujeto a determinados intereses.
En los últimos
20 años ha sido de los pocos presidentes
latinoamericanos que ha salido del cargo sin que le hayan formulado un
expediente de corrupción o llevado a la cárcel. Se jacta en decir que “ni maté,
ni robé”. Las veces que ha sido citado por los tribunales, ha estado en el
lugar y hora indicada, sin ningún temor.
Ha sido el único
presidente o ex presidente que en caso de Odebrecht pronunció un discurso a la
nación negando toda participación y ofreció detalles técnicos de los trabajos que
se iniciaron en su gestión –y que no fueron terminados, ni aumentados los
presupuestos originales. Fue más lejos: se puso a las órdenes de la Justicia ,
y, para concluir, dijo que entregaría sus bienes y los de su familia al Estado
si aparece algún elemento que lo vincule o lo comprometa con los sobornos de 92
millones de dólares que la empresa brasileña afirmó que entregó a legisladores
y funcionarios durante 14 años.
Leonel Fernández
y Danilo Medina, que fueron los que firmaron la mayoría de los contratos,
guardaron silencio. (Se hicieron los chivos locos, al igual que el sempiterno
presidente del Senado que salió del lodo sin enlodarse en un hecho sin
precedente en la historia humana)
Hipólito anda
por las calles sin temor. En ninguna funeraria –donde suele ir para cumplir
compromisos ineludibles de algún amigo o familiar fallecido- nadie le ha
gritado improperios. Va a los centros comerciales cotidianamente para “palpar”
la situación económica; la gente lo saluda con aprecio, se acerca para fotos y
muestras de cariño. Del mismo modo cuando viaja a Nueva York, Miami, Orlando,
Washington y otras ciudades de los Estados Unidos. Es común verlo silvestre
caminar por las calles sin que ningún compatriota le grite “asesino” o
“ladrón”, contrario a lo que sucede con otros ex mandatarios dominicanos y del
extranjero.
Reitero: a usted
puede no gustarle Hipólito. Es su derecho. A mí tampoco me gustan muchas de sus
cosas. Cada quien es como es. No es perfecto. Nadie lo es.
Intentar
reelegirse fue un error gravísimo del cual se ha arrepentido públicamente en
muchas ocasiones. No puede hacer otra cosa ya. La crisis bancaria que le costó
un 21% del PIB al país, no fue su responsabilidad aunque pagó un precio
político demasiado alto; precisamente por actuar con la responsabilidad que le
faltó al ex presidente Leonel Fernández que sabía de ella antes de abandonar el
poder en 2004.
Estas líneas no tienen
el propósito de elogiar la figura del ex mandatario, ni hacer proselitismo, es
para, en ese marco, preguntar, ¿a qué le teme Leonel Fernández que nunca
enfrenta las denuncias en su contra? ¡El silencio es su respuesta! ¿Por qué
quiere volver al poder si ya estuvo 12 años sin hacer las transformaciones que
durante 23 años su partido prometió?
¿A que le teme
Danilo Medina, que después de haber jurado que sólo gobernaría por cuatro años
y nunca más; luego modificó la Constitución para un segundo mandato, y ahora
hace hasta lo imposible para un tercero? ¿A qué le teme? ¿Qué cosas tan grandes
pudo haber hecho para aferrarse al poder de tal forma? Ahora quiere tres, luego querrá cuatro, y así sucesivamente hasta su muerte.
¿Por qué presidente?
No sólo Leonel y
Danilo, como la hiedra, se aparran a las paredes de los poderes del Estado;
también los integrantes del Comité Político, el Comité Central y sus allegados.
No conciben la vida sin estar en el gobierno. ¿Qué cosas imperdonables han realizado? Dice
el pueblo que “el que no tiene hechas, no tiene sospechas”, y que “el que no la
debe, no la paga”.
¿Será –pregunto-
que le temen al pueblo enardecido al ver cómo fue saqueado impunemente durante
20 años? No lo sé. Lo único que sé es que antes eran pobres, ahora ricos,
podridos en dinero que les permitirán vivir hasta la quince generación sin
ningún problema económico y sin trabajar. ¿Será ese el miedo? ¿A que venga un
cambio que lo investigue todo y le devuelva al pueblo lo que es del pueblo?
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