Emiliano Pereyra
Por Faustino Collado
La tía visitó a su sobrina esa mañana. Ante la pérdida de la madre era su
deber orientarla en cosas del amor y la aventura, para que tan joven no quedara
arrepentida. Había ensayado muy bien lo que diría, para convencerla de buscar
un mejor partido en su vida. Sentó a la confundida sobrina en su paredón
verbal, y de inmediato le disparó así:
-Yo lo conozco bien. Su familia no lo soporta. Ten cuidado con él, pues si
le cogió con algo no te va a dejar tranquila. Yo no sé qué es lo que tú le ves
a ese andariego, como si fuera un gitano. Mira, investiga primero, porque lo de
él es andar carreteando en esa motocicleta como un aventurero sin trabajo;
parece que lo que come y bebe es gasolina, para no decir otra cosa, por eso
está como una escoba, ¿Tú ha visto que a él se le ha acercado alguna
mujer? Es más, para mí es un desgraciado aprovechado –
Al día siguiente que la tía vivió una especie de desahogo maternal, se leyó en
primera plana en los periódicos de circulación nacional: “CAMION
APLASTA MOTORISTA VIAJABA POR NUEVA AUTOPISTA. Su rostro quedó irreconocible.
Otro motorista que viajaba con él dijo que responde al nombre de Emiliano
Pereyra”.
Luego de los trámites forenses, muchas personas se reunieron en la
funeraria a despedir a Emiliano Pereyra, conversando llorosos sobre tan
sensible pérdida. Pasaban frente al ataúd en señal de respeto al muerto y a su
familia, aunque solo podían imaginar su rostro en vida, pues Emiliano Pereyra
no solo no tenía vida, sino que no tenía rostro. Al llegar el turno a la tía,
que acompañaba a su sobrina, esta se detuvo en el justo medio del salón y
el féretro, y como si estuviera representando a todos los allí reunidos, esto
fue lo que dijo:
-La sociedad ha perdido a un gran hombre, uno de sus mejores hijos.
Emiliano Pereyra, hijo de una familia ejemplar, siempre honró a su padre y a su
madre. Por dondequiera que pasaba, que fue todo el país, se hacía querer,
dejando amigos en todas partes. Servicial como el que más, no dudaba en apoyar
a sus vecinos y a todo el que acudía a él. La muerte se lo ha llevado a
destiempo, dejando un vacío en todos los que le conocimos y, especialmente, en
mi sobrina. ¡Descansa en paz Emiliano! ! Siempre te recordaremos!
(Faustino Collado, Lagrimero, 2019)
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