Por Miguel Ángel Cid Cid
Ahora, con la
presentación de los resultados preliminares, comentaristas de radio, de
televisión y medios digitales repiten sin cesar que el Censo es un engaño, un
verdadero desastre. Todo ello sin presentar pruebas que sustenten esa opinión.
No obstante,
demandan que se haga de nuevo, porque, alegan, no sirve para nada. Afirman que
millones de personas se quedaron sin empadronar. Lamentan que se gastaron más
de 4 mil millones de pesos innecesariamente.
Pero vayamos
por parte.
Un censo
consiste en recontar una población específica para recabar datos estadísticos
sobre esa población. Es una recopilación de la más variada información respecto
a un grupo de personas de una nación.
Vi que alguien
confunde un censo con una encuesta. Pero el censo es muy diferente a una
encuesta. La encuesta, contrario al censo, es un estudio sobre cuestiones
específicas y se realiza tomando una muestra representativa de la población
definida por el censo.
Un censo ideal
sería el reconteo de la población y de las informaciones en las diferentes
variables sin que nadie se quede sin ser entrevistado. Pero en los países
tercermundistas eso es tan difícil que parece imposible. Hay gente que siempre
se niega —por una u otra razón— a que la cuenten. Unos lo hacen por creencias
cabalísticas, otros porque son contrarios al gobierno de turno.
X Censo,
informe preliminar
Miosotis
Rivas, directora de la Oficina Nacional de Estadísticas presentó los resultados
preliminares del X Censo Nacional de Población y Vivienda el 11 de agosto 2023.
La ONE realizó —antes de hacer el citado informe— entre el 18 de abril y el 28
de mayo la Encuesta de Cobertura y Calidad del X Censo, para evaluar la
cobertura, la calidad y la eficiencia de los resultados del registro.
Rivas informó
que “en la República Dominicana hay un total de 10,760,028 habitantes”. Es
decir, la población aumentó “un 13.9% en comparación con el Censo realizado en
2010”. En detalles generales ese total se divide en “5,437,095 mujeres y
5,322,933 hombres”, reveló la ONE.
El X Censo
terminó de realizarse en diciembre del 2022. El informe presentado por la
directora de la ONE se produce ocho meses después. Comparado con la tardanza de
los censos anteriores, si este no estableció un récord se le acercó demasiado.
Pero una gran
cantidad de ciudadanos cree que los datos del X Censo no son confiables. Creen
que todavía hay comunidades enteras sin censar. Esa gente no cree en el Censo,
ni en la honradez de los funcionarios públicos que lo hicieron.
Los incrédulos
se convirtieron en expertos en demografía. Son “censólogos” egresados de las
universidades de Twitter, WhatsApp, Facebook, TikTok o Youtube.
De ahí se
desprende algo raro. Porque no creen en el Censo, pero creen que, el aceite de
coco con café, rebaja. No creen en el Censo, pero se pegaban una cuchara en el
hombro para comprobar que la vacuna del COVID era un chip. No creen en el
Censo, pero creen que una faja rebaja. No creen en el censo, pero creen que si
comen guineo y toman ron se envenenan.
No creen en el
Censo, pero creen que una hilacha en la frente quita el hipo. No creen en el
Censo, pero creen que comer guanábana sana el cáncer. No creen en el Censo,
pero creen que el Viernes Santo hay que barrer con un saco de henequén para no
arañar a Dios con la escoba.
En fin, no
creen en el Censo, pero creen en cualquier pendejada que le diga un impostor
cualquiera. Creen en los sueños que les venden los políticos en cada campaña
electoral. Tampoco creen en las encuestas cuando favorecen al partido contrario
al de su preferencia.
Pero no son
sólo los ciudadanos comunes y corrientes los que descartan la confiabilidad en
el censo. Son pocas las instituciones estatales que dan credibilidad a las
estadísticas oficiales. Y van más lejos, nunca se ocupan en crear sus propias
datas.
Los
ayuntamientos, por ejemplo, ni tan siquiera saben cuántos grupos organizados
hay en sus demarcaciones. Desconocen cuáles son los directivos de esas
agrupaciones ni dónde se reúnen.
Las
estadísticas, —si los investigadores se llevan de la gente— concluiría en que
el país supera los 25 millones de habitantes.
El colmo es
que los hay que creen que Google hace mejor trabajo que la ONE sin tener que
gastar ese dineral en visitar casas. Nadie pone en duda la ocurrencia de muchas
debilidades en el proceso censal. Los robos callejeros, por ejemplo, de las
tabletas entregadas al personal. Las cancelaciones que parecen injustificadas y
el atraso en el pago al personal.
También la
cantidad de familias que se quedó sin censar, pero que no llegan a millones
como dice la gente y la prensa.
Qué bueno que
el país tiene un informe preliminar en menos de un año. Los detractores se
basan en el “yo creo”, pero un censo no es cuestión de creencias, es más bien,
cuestión de ciencia y matemática.
A los
opinadores de radio, televisión y demás medios si debería importarles
investigar la verdad por la influencia que ejercen sobre la opinión pública.
Por eso, hacerse eco de lo que dice la gente, sin antes tan siquiera verificar,
pone en juego su reputación y credibilidad.
Con todo, si
los investigadores deciden asumir como válidos los comentarios adversos al
censo, esa decisión invalidaría por igual cualquier resultado salido de sus
estudios.
Nota: Este
artículo se basa en un debate desarrollado, en especial, en la cuenta de
Twitter de Jenny Torres, socióloga, investigadora asociada de Ciudad
Alternativa.
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