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miércoles, 21 de mayo de 2025

Cuando la comunicación se prostituye: el chantaje como espectáculo

Por Yanet Girón

 

Hace días cargo una rabia en el pecho. La siento cada vez que veo a supuestos comunicadores convertir el micrófono en un arma y la información en chantaje. La comunicación, por vocación, debe servir a la verdad y a la gente. Pero lo que hoy vemos es otra cosa: morbo, amenazas veladas y un afán de destruir bajo la excusa de “denunciar”.

 

Hay quienes ni siquiera tienen formación, y viven del escándalo. Pero más grave aún son los profesionales que, con título en mano, han cambiado los principios por el dinero fácil. Usan la vida íntima de otros como moneda de cambio. Si la víctima no cede, intensifican el ataque hasta romper su imagen pública.

 

Y aclaremos algo: la vida privada no es de interés público si no causa daño social. La orientación, los gustos, lo íntimo… no justifican escarnio ni chantaje. En un país donde la doble moral es pan de cada día, el periodista no puede prestarse a ser verdugo de esa hipocresía.

 

El deber del comunicador es fiscalizar al poder, no hurgar en las sábanas ajenas. Es servir, no extorsionar. Se comenta en pasillos que algunos cobran por callar o por atacar. Si esto es cierto, estamos ante una traición profunda al oficio. Pero no todos son así: aún hay colegas íntegros, comprometidos con la ética y la verdad. A ellos, mi respeto.

 

La comunicación no es espectáculo de miseria humana. Es compromiso con la dignidad. El que la prostituye, pierde el derecho a llamarse comunicador.

 

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