Por Miguel Ángel Cid Cid
La era de los alcaldes
dedicados a realizar minucias está superada. Aquello de hablar de un gobierno
local cuyo mérito fue propiciar el proceso de planificación estratégica de la
ciudad. Alharacas.
O rememorar a
uno que construyó obras modestas en las comunidades. Que hizo que el
ayuntamiento estuviera presente en cada barrio, sección o paraje. Pero el
ayuntamiento no está para chiripear.
Qué decir de
otro que se ufana porque, dizque, organizó la estructura administrativa del
ayuntamiento como gobierno del municipio. Esa era, en términos estricto, una de
sus responsabilidades.
La cosa no se
queda ahí. Un cuarto alcalde dice haber demostrado que el ayuntamiento llegó al
nivel de gestionar presupuesto y capacidad para construir obras de mayor
envergadura. Por eso comenzó a solucionar los problemas que aquejaban la Ciudad
Corazón desde sus inicios.
Hubo uno,
inclusive, que le limpió la cara al centro urbano y luego lo pintó. Santiago
reflejaba orden. Lo hizo como una carta para ser presidente del país, que pena.
Salto a lo
moderno
El
entretenimiento pasó. Los fósiles se exhiben en los
museos. Por tanto, ahora les traigo la pasarela, espacio
donde pasear la realidad constante y sonante. Lo feo va al vertedero.
Esta gestión está
instalando sensores preventivos en las calles para evitar que los choferes se
duerman mientras manejan. Las vías públicas con sus hoyos construidos crecen de
más en más. Una estrategia infalible: al caer en los
hoyos los conductores se espantan, despiertan y se evita el accidente.
La población
ignorante les resta importancia a los sensores, son incapaces de entender una
solución tan moderna. Dicen que los hoyos dañan la suspensión de los vehículos.
Cierto, pero hoy nadie choca por estar dormido mientras maneja.
Pronto todas las
calles de Santiago tendrán sus respectivos sensores. En 2028 el tránsito se
hará con hoyos por abajo y por arriba, teleférico y monorriel.
Porque —a pesar
de las quejas— es cuestión de meses para que eso quede superado. El monorriel
será inaugurado, una obra que va de la mano con el teleférico, ya funcionando a
toda capacidad.
Vamos pues, dele
uso al teleférico y tenga paciencia en la espera de que llegue el monorriel. Esos
dos medios de transporte son una verdadera novedad. Transitan por el aire y en
el aire no hay hoyos.
La Hidalga —con
el monorriel y el teleférico— hace un aporte trascendental al ahorro de
combustibles fósiles. Y para colmo, los acostumbrados tapones kilométricos pasaran
a ser muestra de museos: se construyen varios en Santiago.
Los munícipes
piensan en voz alta:
— Señor alcalde, esas obras las está construyendo el
gobierno central, no el ayuntamiento.
Pero el alcalde
responde:
— Ustedes puede
que tengan razón, pero la obra se realiza en Santiago, ¿o no? Quién mando al
Presidente a construir en el municipio que yo dirijo.
Podría decirse
más, pero es innecesario redundar una y otra vez sobre lo mismo. Los ciudadanos
que habitan la que fue —hace un buen tiempo atrás— la ciudad más limpia del
país, ahora les toca conformarse con las fotos y los videos.
Los opositores
se quejan. Pero los escenarios siguen proyectando maravillas. Maravilla
superior al Ulysses de James Joyce, escritor irlandés. Ahora, por
ejemplo, Brasilia, Múnich, Barcelona, etc., sueñan con ser como Santiago. Antes
era al revés.
Tan moderno está
Santiago que, antes resolver tardaba años, hoy basta con autorizar una ¿mínima
inversión mediática?
En fin, Ulises
Rodríguez, como alcalde de Santiago de los Caballeros es ¡una chulada! Él va de
un escenario al otro aprovechando el movimiento más mínimo de las cámaras en
ristre.
No hay disparo
que se escape, Ulises siempre sale sonriente.
La pasarela es
el puente sobre la herida del corazón partido para unir lo que otros rompieron.