POR ROLANDO ROBLES
Era
una conversación que estaba por suceder desde hace años, pero no fue posible
porque, como dice el viejo refrán: “todo tiene su tiempo”. Y es que las uvas
sólo maduran, justo en el momento que determine la vendimia; cuando los niveles
de azúcar y acidez han alcanzado cierto equilibrio y el balance entre ellos
está acorde con la demanda del tipo vino que llevaremos a la barrica.
Dicho
en buen dominicano, fue necesario que la Patria estuviera en el peligro que
está hoy, para que las buenas voluntades se aunaran y se reconociera y aceptara
la justeza de pensamiento, de ese dominicano insigne que semanalmente nos
pregunta y nos responde, las alevosías que contra ella se fraguan.
De
ese “viejito” amable que nos susurra al oído, con aires paternales, los pros y
los contras del diario discurrir de nuestra política vernácula. Lo ha estado
haciendo por décadas, pero es hoy, cuando vemos cumplidos sus vaticinios, que
admitimos la solidez y reciedumbre de sus razonamientos; y lo que es de mayor
valor aún, el profundo contenido “Febrerista” de su discurso; y de su accionar.
Con
esa disposición, acudí a la cita que amablemente me arreglara Pelegrin, su
hijo, con el “dueño del telescopio”, con don Marino Vinicio Castillo. Me
recibió miércoles víspera de mi cumple año- a la 10:40 AM y más o menos, a la
1:15 de la tarde me condujo hasta la puerta de su despacho, despidiéndome con
un apretón de manos y la promesa de acceder a hablar conmigo desde mi espacio
“Pensamientos Propios”, que es la voz de los dominicanos que vivimos fuera del
país.
Lo
primero fue presentarle mis respetos a quien yo catalogo como “la voz de la
conciencia nacional”, como “el abogado de oficio de la soberanía dominicana”; y
luego explicarle el significado de ser -según mi parecer- “el dueño del
telescopio”. Porque ese telescopio especial, no está hecho para ver las cosas
lejanas en el espacio, como lo hacen los telescopios que todos conocemos, los
telescopios normales.
La
singularidad de este telescopio de don Vinicio Castillo, es que nos permite ver
a grandes distancias, pero en el tiempo. Él, como “viejo lobo de mar” que es,
otea el horizonte político social y nos ha estado explicando, desde hace 40
años, las posibles tempestades que nos acechan; lo que sucederá en el futuro
cercano, medio y hasta lejano, de una nación joven y vibrante como la nuestra,
pero que en ocasiones ha sido gobernada por ingratos, cobardes y entreguistas.
Hemos
oído su voz, a manera de advertencia, describiendo hechos y acontecimientos que
toman cuerpo mucho tiempo después; aunque, a decir verdad, la mezquindad, no
nos permite aceptar sus presagios, ni reconocer sus acertados criterios.
¡Y
cuánto tiempo precioso hemos tirado por la borda!
Nos
advirtió sobre la escalada de las drogas, sobre el deterioro de nuestra
frontera y sus consecuencias, sobre cómo se afecta el orden institucional
cuando se actúa desde el poder sin un genuino criterio de servicio; en fin, nos
ha dado la voz de alarma sobre cada situación que pudiera generar conflicto
alguno para la Dominicanidad.
El
miércoles pasado, entre un café y otro café, don Marino me explicó, con su proverbial
estilo de maestro de escuela, la maraña geopolítica regional y la forma de cómo
gravitarían los acontecimientos “forzosos” que están por llegar, en la vida
diaria de los dominicanos. Cada una de sus reflexiones, sobre cualquier
problema de coyuntura -aun los más triviales- siempre estuvo ligada a una
explicación detallada de la incidencia que podría tener en nuestro país.
Si
es cierto que “la boca habla de lo que siente el corazón”, debo decir que estos
momentos de interacción con don Marino, renovaron mi estado de ánimo y
reforzaron mi convicción de que el pensamiento Trinitario no será aniquilado
por las embestidas antinacionales de los agentes locales y externos que
interactúan en nuestro país.
En
este “conversao” -que por momentos me pareció “de tribunal”, por la
participación del alfil mayor de la familia, Pelegrín- se tocó a fondo la
intentona en proceso, de contaminar el Tribunal Constitucional, con la
inclusión en éste, de uno que otro elemento de dudosa convicción patriótica,
para que actúe como juez titular.
Conversando
con los Castillo, pude aquilatar la regia formación política de uno de los
dominicanos jóvenes con más claridad de pensamiento sobre el futuro de la
Nación dominicana. Pelegrín Castillo Semán me demostró, con sus explicaciones
sobre la pertinencia del Movimiento Tricolor, que es posiblemente, la figura de
perfil presidencial mas promisoria del espectro político nacional.
Ya, a solas con don Marino, porque Pelegrín tenía
compromisos con un programa de TV, me permití hacerle algunas sugerencias sobre
temas ligados a la Comunidad dominicana del Exterior, al tiempo que pedía
consejos sobre cómo plantear dichos asuntos.
Luego
de unos momentos de reflexión, don Marino me dijo más o menos lo siguiente:
“Robles, se llegará el momento en que podremos canalizar todas esas
inquietudes, que son valederas y justas, pero hay que tener mucho cuidado,
porque vivimos tiempos borrascosos. Al día de hoy, el problema de mayor
importancia para los dominicanos, es la preservación de la soberanía nacional y
el control pleno de nuestra frontera”.
Con
esa sentencia, don Marino, talvez sin proponérselo, fijó el rumbo de mi brújula
social. Y es que al “oráculo” no se va sólo a conversar y compartir una taza de
café; hasta allí se llega sólo, cuando se busca la verdad.
¡Vivimos, seguiremos
disparando!
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