Por Ángel Jiménez
Cuándo se acusa a alguien por rumores
malintencionados, se está poniendo en entredicho una reputación, se hace un mal
servicio a la sociedad, al afectado y a su familia; es una radiografía de lo
que está pasando con el ministro de la Presidencia, Lisandro Macarrulla, que ha
sido señalado en un entramado corruptivo, sin que ni siquiera, la empresa,
propiedad de un hijo suyo, esté encartada en el caso Medusa, por el cual está
preso el exprocurador general de la República, Jean Alain Rodríguez y más de
una decena de sus colaboradores.
El caso Medusa llama sumamente la atención que en los medios de
comunicaciones digitales de siempre sólo se ha resaltado una compañía
constructora que no está encartada en el expediente; la cual fue auditada a
inicios de este gobierno y no se le encontró ningún indicio de irregularidad
que pueda conllevar el inicio de un proceso por delitos penales o criminales.
Es más que evidente que el “único pecado” de esa compañía consiste en que
su presidente es hijo de un empresario tradicional que, sin ser político
partidista, fue conquistado por el actual presidente de la República para
iniciar un proyecto de nación sin politiquería y pensando en el bien común.
Lisandro Macarrulla ha demostrado durante muchos años que es un hombre
pulcro y apegado a las leyes de la República Dominicana.
Por consiguiente, las características del mismo no resultan del agrado de
algunos, incluso del mismo partido de gobierno, que ven la política como un
medio para desarrollar agendas individuales. Por esos pensamientos
irracionales, los funcionarios del pasado gobierno que cometieron actos de
corrupción han encontrado la brecha abierta de intentar crear una neblina
mediática, la cual, lógicamente, se va a desvanecer, por carecer de fundamento
legal, para evitar ir a la cárcel después de cumplido el debido proceso legal.
Además, entiende una fuente, el presidente Abinader debe romper ese
maleficio mediático de los cuatro años de esos partidos y no se deje llevar de
chismes y mentiras.
“No es lo mismo que varias compañías sean formadas de la noche a la mañana
y de manera relámpago y sus accionistas, por lazos familiares y amiguísimo, se
hagan millonarios al vapor, no solo por la exclusividad, que ya de por sí es
una violación a las leyes, sino por sobrevaluaciones y pagos por servicios no
prestados; que una compañía constructora con un largo historial de negocios en
el sector privado y que gane un concurso público cumpliendo los proceso
establecidos, y haga el trabajo para el que fue contratada, y años después, nadie
es adivino, el padre del presidente de esa compañía, que repetimos, no está
encartada en el caso Medusa, hoy ocupe una función pública que algunos crean
merecer por gravedad partidista y otros lo vean como medio de chantaje u
objetivo para debilitar el gobierno y así evitar ir tras las rejas”, dijo una
fuente.
También ha sido tema de asombro la falta de solidaridad del sector
empresarial con un compañero prominente y que ha dado brillo y prestigio al
sector y como algunos no han tenido la mínima prudencia de esconder su
mezquindad y encono, vertiendo sus frustraciones en el objetivo equivocado, que
sin necesidades de ninguna índole, en la cima de sus prósperos negocios, solo
ha puesto un alto a su exitosa carrera empresario, para servir a su país.
También el mal uso que se le está dando a las redes sociales está
disminuyendo cada vez más la credibilidad de las mismas, ya que en muchas
ocasiones están usándolas para el chantaje, desgracia política o para detractar
a personas por asuntos personales y de negocios.
Y la gran pregunta es: ¿Quién o quiénes están detrás de dañar la imagen
pulcra de un gran servidor público?
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