Por Roberto Valenzuela
«Maipiolos»,
«peladoras», «chapiadoras», «inchapiables», «vendedores de lengua»: los
personajes que la sabiduría popular crea y la sociedad legitima.
En
los barrios dominicanos, el ingenio popular produce frases que retratan mejor
la realidad que muchos discursos académicos. Cada expresión encierra ironía,
sabiduría y una crítica social mordaz.
Hace
unos días, mientras conversaba con personas de un sector humilde, pregunté por
un señor de avanzada edad que suelo ver con frecuencia. Es un hombre peculiar:
cuando ve llegar a figuras conocidas del barrio, suele pedirles algo, pero a
los extraños, como a mí, jamás se atreve.
Al
preguntar quién era, un amigo respondió con naturalidad:
—Ese es un «maipiolo en decadencia».
En
sus tiempos de esplendor se dedicaba a conseguir mujeres para peloteros,
artistas, políticos, narcos y otras figuras prominentes. Más allá de la
anécdota, me llamó la atención la fuerza de la frase: resume, con crudeza y
precisión, la caída de quien vivió de un oficio marginal y hoy apenas conserva
su sombra.
En
esa misma conversación surgió otra expresión: «vivir de la venta de lengua». Se
aplica a comunicadores que hablan por encargo o por paga, que venden su voz o
su silencio según convenga. Según la sabiduría callejera, algunos cobran tanto
por «mover la lengua» y difundir como por «guardar la lengua» y callar
informaciones sobre figuras públicas.
Oí
también la palabra «malpechoso», usada para describir a alguien rencoroso o
ingrato. Uno de los presentes la aplicó a Guillermo Moreno, recordando que,
pese a haber sido designado fiscal por Leonel Fernández en 1996, luego lo atacó
con dureza e intentó encarcelar a Joaquín Balaguer, protector político de
Fernández.
Y,
por supuesto, apareció la eterna «chapiadora», heredera de la antigua
«peladora» (pelaba los bolsillos a los hombres), aquella que obtenía dinero
mediante el encanto o la manipulación. Es curioso cuando se enfrentan una
«chapiadora» experimentada y un hombre «tiguerón», «inchapiable».
Estas
expresiones —«maipiolo en decadencia», «vendedor de lengua», «malpechoso»,
«chapiadora»— son más que palabras: son radiografías del alma popular, donde se
esconde la crítica, el humor y la verdad sin adornos del dominicano de a pie.
Al
final, detrás de cada «maipiolo», «chapiadora» o «vendedor de lengua», hay una
sociedad que ha normalizado el «truqueo», el favor y la conveniencia. Nos
reímos de ellos, pero reflejan lo que toleramos. La decadencia no está solo en
los personajes populares, sino en el sistema que los produce… y los aplaude.
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