POR ROLANDO ROBLES
Probablemente, esta sea la última vez que me refiera a la candidatura
del presidente Leonel Fernández, un tema que me ha apasionado por los últimos años.
La razón, no es de simples desacuerdos con la dirección del nuevo partido en
Estados Unidos. No, en realidad es que me asalta una preocupación, y presumo
que no es sólo a mí.
Luego de las primarias del 6 de octubre, he abordado el asunto del
futuro de La Fuerza del Pueblo, con la autoridad que me confiere el haber
estado en la primera línea de combate, tratando de posicionar a Leonel
Fernández como la más clara y definida oferta presidencial dominicana. O sea,
me considero con “derechos adquiridos” en la paternidad de este proyecto.
Como no soy ni pretendo ser un activista partidario -en razón de mi
edad y de mi disciplina personal- trato de participar haciendo lo único que
puedo hacer: mostrarle el camino del razonamiento lógico a los hombres y
mujeres que decidieron emprender este nuevo camino de rectificación en la
actividad política, acompañando al líder mas carismático del país.
De nueva vez, quiero advertir a la Alta Dirección de La Fuerza (LFP),
que este partido no puede ser un “nuevo PLD”, ni tampoco el “viejo PLD” del que
ha salido la mitad de los que serán sus futuros militantes. La razón de ser de
esta nueva organización es consolidar el liderazgo que tiene Leonel sobre el más
amplio vario pinto político social que jamás se haya aglutinado en el país.
Su objetivo principal e inmediato, es ganar las elecciones y llevar a
la presidencia al doctor Fernández, para desde allí, impulsar los cambios que permitan
a las grandes mayorías nacionales, tener acceso al crecimiento y desarrollo
económico que los gobiernos del PLD han logrado. El bienestar de los de abajo,
es la materia pendiente de la obra de gobierno de Leonel.
Para lograr ese objetivo de cumplir con su base de votantes, es que se
ha creado La Fuerza, cuya existencia no es un resultado marginal de la lucha
entre los dos sectores mayoritarios del antiguo y obsoleto PLD. La Fuerza
existe, porque es la respuesta más coherente a la realidad político-social del
país en estos momentos de reacomodamiento de la economía global.
Si se observan los partidos que apoyan a Leonel Fernández, se
entenderá el porqué La Fuerza tiene que ser un reflejo de esa alianza, cuando
menos en esta fase de campaña. Pero, además, el proceso de conformación de
ella, es el resultado de la acción mancomunada de sectores sociales que
necesariamente, no han sido miembros del antiguo PLD.
Sobre las tareas organizativas, el presidente Fernández nos advierte
las prioridades en su artículo del pasado 11 de noviembre, cuando escribe:
“Pero la Fuerza del Pueblo tiene tareas de corto
plazo que cumplir. En lo inmediato, prepararse para participar en dos torneos
electorales. Primero, el de las elecciones municipales, programadas para el mes
de febrero del 2020; y segundo, el de las presidenciales y congresuales,
previstas para el mes de mayo”
El mensaje está bien claro, aunque su gente en USA-como de costumbre- insista
en interpretarlo en función de su interés particular. Es por ello que se
proponen “organizar primero la estructura partidaria” y de ahí sacar el Comando
de Campaña. La maniobra es un reflejo del “comesolismo” del viejo PLD y sólo
persigue, marginar de la dirección a los sectores que no formaron parte del
partido previamente; y no entiendo el motivo de esa torpeza.
Otro aspecto que debe examinarse con sentido crítico, es la eficiencia
del equipo leonelista, dentro del viejo PLD. Ellos asumen que son “expertos” en
la lucha política y, por tanto, deben dirigir los equipos de campaña, pero, los
resultados y el posicionamiento del partido en Nueva York, dice muy poco de su
asumida experticia, en materia de activismo político eficaz.
Yo soy parte de esos sectores extra partido que respondieron al
llamado de Leonel Fernández; y no estoy dispuesto a apoyar ese rancio estilo de
trabajo de mis compañeros de causa. Pero además entiendo que, ese estilo de
segregación solapada, es generado por el triunfalismo, tratando de reducir al
máximo las posibilidades de “competencia” dentro del futuro gobierno. Yo
pensaba que ese infantilismo ya había sido rebasado. Parece que, de nuevo, me
equivoqué.
Amigos muy queridos me dicen que las cosas se arreglarán en el
proceso, y les agradezco que valoren mi compañía a lo largo de estos meses,
pero no creo que este mal, que es endémico de los pueblos subdesarrollados y
que se transmite a sus organizaciones y dirigentes, tenga remedio.
Es el caso típico de los hijos que empiezan a pelear por la herencia antes
de que el padre muera. En otras palabras, se están repartiendo lo que no les
pertenece, porque aún no se lo han ganado. Pero, lo que es peor aún, esas
actitudes sólo sirven para ahuyentar a los que desean participar en la lucha y,
por tanto, se reducen las posibilidades de triunfo.
No es habitual que la gente se retire del combate por los contratiempos,
porque la persistencia es la madre del éxito, según reza el viejo dicho. Pero,
en mi caso particular, no estoy tan seguro de que yo pueda pagar el precio.
¡Vivimos, seguiremos disparando!
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