Por Faustino Collado
Para construir la vida hay que tener ilusión positiva, más aún para
"regenerar" un Estado, por tanto no es ilógico ser ilusorio. Ahora
bien, cuando el sustento ideológico-político, orgánico y material de esa
ilusión es endeble, entonces empieza la realidad a ser testadura.
Si nos llevamos del contenido del discurso de López Obrador, pronunciado el
domingo pasado tras conocerse su victoria, hay que decir que una posible
frustración para México está a la vista. Ese discurso, sobre la base de que el
Estado de derecho va a funcionar a la manera liberar burgués para combatir la
corrupción, y que la disminución de esta es suficiente para generar los
recursos de un programa económico y social a lo PRI, es sencillamente una
ilusión negativa.
Y es que la corrupción es sistémica. Está unida no solo a la
administración, sino también al funcionamiento económico y empresarial. En
México hay mucha ligazón con el narcotráfico, la justicia, la migración y el
contrabando. Pero, además, su sistema federal, con mucha autonomía estatal,
atrofiada por el centralismo y el caciquismo político de los gobernadores, nos
dice que el simplismo y recorte programático de AMLO no es halagüeño.
Dijo AMLO: cero confiscación, cero expropiación, cero reforma impositiva.
Es decir, no tocar a los grupos oligárquicos que controlan la economía
mexicana, generando gran desigualdad. Su única perspectiva económica es bajar
los gastos corrientes para aumentar los de capital. Eso podría dinamizar la
economía, pero no necesariamente bajar la desigualdad.
Si así realmente serán las cosas. Espero poco de esa esperanza neopriista.
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