Por Miguel Ángel Cid Cid
Aumentar el precio de los combustibles, siempre fue motivo de discordias
aquí y en Latino América. Luego, llegaron las recetas de los organismos
multilaterales con las “soluciones” mágicas
que solo funcionan en su mundo desarrollado. En consecuencia, aquí tenemos la
Ley de hidrocarburos, que semanalmenteajusta los precios de los combustibles,
según el mercado internacional. En Haití “no
le paran a esa”.
En efecto, en República Dominicana se aprobó en el año 2000 la Ley No.
112-00 de Hidrocarburos. La disposición legal, obliga al gobierno a aumentar o
rebajar el precio de los combustibles semanal. Así, cuando el petróleo de Texas
aumenta, aquí también, ahora, cuando baja no sucede igual, “de cien año un día” le rebajan un peso.
Según el gobierno, con la nueva ley la inestabilidad en los precios de los
combustibles sería cosa del pasado, “si
suben, suben y si bajan, bajan”, decían. En la realidad acontece lo
contrario al pregóndel gobierno y los organismos multilaterales. Bien lo dicen
la voces de la calle, “una cosa en con
guitarra, y otra con violín”.
Lo más difícil es, que la oposición política del país es
imperceptible. Es inverosímil, que el propio gobierno justifica el cobro ilegal
de impuestos a los combustiblesporque el presupuesto general de la nación se
aprobó contando con esos ingresos.Más grave aún, en todos
los negocios que hace el gobierno el ciudadano de a pie termina, sino estafado,
cuando menos muy perjudicado.
En cambio, en Haití el gobierno anunció el aumento de los
combustibles, y ese solo hecho fue suficiente para que los haitianos se
lanzaran en tropel a protestar. En cuestión de horas el país estaba al borde de
una guerra civil, el gobierno se vio obligado a derogar el aumento anunciado
horas antes. Las revueltas provocaron el terror en las élites políticas y
económicas. Incluso, la familia del expresidente Michel Joseph Martelly aterrizó
apresurada en el aeropuertoInternacional María Montez, provincia Barahona.
Las medidas que intenta implementar el gobierno haitiano son, igual
como pasó aquí en abril de 1984, parte del recetario del FMI. El Presidente de
Haití, Jovenel Moïse fue a la farmacia, compró la receta e inició el
tratamiento, y los efectos secundarios llegaron más rápido de lo esperado.
Para calmar la rabia de las masas enardecidas, el Presidente de Haití,
Jovenel Moïse, entró en miedo y dejó sin efectos el aumento decretado por él.
La disposición del ejecutivo haitiano es insuficiente. Ahora, los sublevados
exigen la salida inmediata del Presidente Jovenel Moïse y su gabinete.
La indignación de los haitianos viene de lejos, desde África y desde
la llegada de los colonizadores este pueblo es mantenido en tribulación
constante. Igual acontece con los demás pueblos oprimidos, ojalá que el día en
que estos pueblos comiencen a ahorcar blancos, nadie ose decir que son
salvajes.
Por su lado, en República Dominicana ya se escuchan voces que pregonan
que aquí hay que hacer igual que en Haití, no más abusos con los precios de los
combustibles. “A nosotros debe darnos
vergüenza que los haitianos obligaron su
presidente a recular. A nosotros, el gobierno nos jode todas las semanas, sin
embargo, nada pasa”, dicen.
El poeta Argentino Jorge Luis Borges, en su poema “Límites”, canta
así, --hay un espejo que me ha visto por
última vez, / hay una puerta que he cerrado hasta el fin del mundo--.
Quiera dios, que las pobladas de Haití no repercutan en este lado de
la isla.Ya sucedieron en el pasado y las secuelas mortales se contaron en
centenares. El gobierno y los empresarios, deben verse en el espejo de Haití.
¡Qué no sea la última vez que el espejo los vea! Para que la puerta siga
abierta hasta el fin del mundo.
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