Por Miguel Ángel
Cid Cid
La vida humana,
ese trajinar del hombre sobre la tierra, es una lucha constante. Un combate que
se alterna entre un periodo largo de guerra y un espacio corto de paz. En la
guerra la primera víctima es la verdad, pues prevalece la propaganda, ya sea
sucia, limpia o mixta. Sin embargo, en las elecciones recién pasadas –una
guerrita de baja intensidad, amplificada en las redes sociales--, la primera
víctima fue la amistad.
Víctoriano Pérdomo, un entrañable amigo, compartió un
artículo en su muro de Facebook escrito por un conocido de él. El texto critica
la posición política asumida por el Dr. Andrés L. Mateo. El breve enunciado,
más que irreverente, es irrespetuoso.
Que el
desconocido autor sea grosero no justifica que los seguidores de Víctoriano Perdomo
le carguen el dado a él --a Víctoriano--, con comentarios iguales o más
ofensivos.
Máxime si
quienes comentan son sus amigos personales y compañeros de lucha por más 40
años.
Antes de iniciar
la andanada de insultos a Víctoriano, el amigo común y luchador progresista
Claudino Luciano se fue en halagos con surrapitas solapadas:
--Me alegro de tu crítica, la respeto y la
comparto pues esto enriquece la democracia y así nos quedan las palabras para
que no se las lleve el viento o como el fuego que al ser encendido cenizas
quedan.
Otro viejo amigo
comentó secamente:
– Víctoriano, no
te conozco.
Todos los que le
reprocharon a Víctoriano reproducir el mal dado comentario no sólo son sus
amigos de toda la vida, sino que estaban –junto a él-- empujando la misma
carreta política del candidato vencedor.
Víctoriano
Pérdomo es un hombre tan pacífico que debió llamarse Víctoriano de la Paz. En
vez de responder con la misma moneda, les dio la razón a sus amigos, porque la
razón se le da a quien no la tiene. Entonces les respondió al estilo Galileo
cuando dijo “sin embargo se mueve”.
El Dr. Leonel
Fernández, fallido candidato presidencial por el Partido Fuerza del Pueblo, por
otro lado, se metió en el berenjenal de discutir con su esposa, la Dra.
Margarita Cedeño, fallida candidata a la vice-presidencia. Como ambos son
esposos, pero enemigos políticos, producen una situación sui generis que llama
mucho la atención.
La Dra. Cedeño
se refirió, ocasionalmente, a su esposo en los actos de campaña. Por ejemplo,
cuando Fernández expresó que “a Danilo Medina se le hizo tarde para ablandar
habichuelas”, la Dra. Cedeño, en medio de una caravana, dijo que “no es tarde
para ablandar habichuelas, yo te voy a preparar unas habichuelitas bien
calientes” a él, a Leonel.
El programa
televisivo El Despertador entrevistó a Leonel y le preguntó sobre las
declaraciones de su esposa. Fernández primero quiso torear la pregunta y dijo
que no escuchó bien. Pero al final respondió: “Lo que pasa es que ella es
candidata a la vicepresidencia. Mientras que yo soy candidato a la presidencia.
No estamos al mismo nivel”. Si Don Luis Cid hubiese escuchado algo así, hubiera
dicho: si no están al mismo nivel, entonces no duermen juntos.
Con todo,
Margarita, ni tonta ni perezosa, en el desayuno del Listín Diario le respondió:
“Bueno, Leonel bajo con trenzas. Pero realmente eso fue una demostración de
machismo y arrogancia. Lo importante es que para mí, no tenemos niveles, para
mí todos somos iguales”.
En ambas
discusiones, en la de Víctoriano Pérdomo y en la del matrimonio Fernández –
Cedeño, los ofendidos fueron sabios al responder. La humildad de Víctoriano y
la docilidad de Margarita evitaron que la sangre llegara al río.
En el primer
caso, unos viejos amigos por un trisito terminan enemigos. En la segunda
historia, por poco se va pique una familia.
¿Por qué ser tan
humillantes si se sabe que al final los ofensores tendrán que recoger sus
insultos? ¿A caso crees que recoger los agravios es suficiente para sanar las
heridas? ¿O piensas que, si las heridas cicatrizan, las huellas de los agravios
desaparecerán? Son sólo algunas dudas por aclarar.
¿Vale la pena
ofender a familiares y amistades, e incluso, a gente desconocida sólo por
defender un candidato político?
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