Por Miguel Ángel
Cid Cid
Las fuerzas
“alternativas” de nuestro país han invertido más de medio siglo en la ardua
tarea de articular un movimiento político-social que les provea reales
perspectivas de alcanzar el Poder. O, por lo menos, de competir con las
organizaciones conservadoras en condiciones de presionar soluciones socialmente
equitativas y políticamente humanas.
Tanto ha sido el
empeño puesto en la consecución de esos objetivos alternativos que terminan en extravíos, dejando de lado el
norte a seguir.
Con todo, concretar
dichos propósitos nos ha conducido a solidarizarnos, a cooperar, acompañar y
hasta a integrarnos como militantes en diferentes movimientos de lucha. Algunos
ejemplos: la oposición a los intentos de establecer una planta productora de
cemento en las cercanías del Parque Nacional Los Haitíses; contra la venta
irregular de terrenos a altos dirigentes políticos en Bahía de Las Águilas; al enfrentar
la construcción de la presa Manabao-Bejucal-Taveras. Incluso muchos llegaron a
caminar junto a los tristemente célebres peregrinos de las fronteras norte y
sur en su ruta hacia el Palacio Nacional para exigir soluciones justas para sus
respectivas comunidades. Terminando tiempo después con una suerte de vuelta de
tuerca: repitiendo su peregrinación para apoyar la impunidad y la corrupción en
el gobierno.
No podemos dejar
de mencionar la indignación que provocó al conocerse los términos del contrato
leonino firmado por el Estado dominicano con la Barrick Gold para la
explotación del oro de Pueblo Viejo, Provincia Sánchez Ramírez. Y, el más
simbólico, la resistencia a los intentos de extracción de nickel en los
yacimientos de Loma Miranda, Provincia La Vega.
El transcurso
del año 2017, recién pasado, fue protagonizado por la lucha contra la
corrupción y la impunidad. En consecuencia, la indignación de ciudadanos de
origen social variados coparon las principales avenidas del país en lo que ha
devenido en llamarse La Marcha Verde. Con el Movimiento Verde, la clase media
del país le devolvió las calles a sus reales dueños. Es decir, a la ciudadanía
indefensa.
Con lo expuesto
no se trata de quitar mérito a los reclamos justos enarbolados en cada caso
particular. Más bien nos proponemos sugerir algunas ideas para redimensionar
nuestras luchas, en el entendido de que la asunción de casos particulares,
justos o no, aportan poco a la construcción de una alternativa de Poder, si no
se visualiza como parte de un todo; si no lo concebimos como parte de un
proyecto de nación.
Siendo así, creo
prudente dar un giro a los reclamos exigidos.
Reclamar el cese
de la corrupción y la impunidad, pura y simple, es un camino fácil, es incluso
populista y oportunista. Lo más difícil, pero al mismo tiempo lo más correcto,
es propiciar la articulación de fuerzas sociales responsables, con cabezas
visibles en las localidades más recónditas del país.
Desde mi óptica,
encaminando esta visión, podemos romper con la cadena de triunfos usurpados por
los conservadores del país, al servicio de los poderes fácticos que, siempre
están husmeando las posibilidades de triunfo de cada movimiento para
infiltrarlo, y al final cobrar los lauros.
Resolver eso
implica la toma de decisiones poco agradables a algunos sectores ¿aliados al Movimiento
Marcha Verde? Entiendo que debe iniciarse la despersonalización del movimiento.
Los dirigentes emblemáticos altamente comprometidos con esta lucha, deben
entender que su activismo intenso limita la creatividad de sectores menos
experimentados en experiencias de este calibre, lo que hace que subutilicemos su
potencial.
Los líderes de
los partidos políticos de oposición están llamados a integrarse activamente al
movimiento. Ahora, intentar mostrarse como los “papaupas de la matica” es
imprudente, y más que beneficiar a sus partidos, los perjudica.
Estos
razonamientos, de buena fe, me imponen proponer la articulación y construcción
de un movimiento plural, democrático, transparente e inclusivo. Conquistar
todas las organizaciones sociales, religiosas y políticas posibles; construir
la mayor red de grupos y personas que se conozca, a fin de obligar al gobierno,
en un primer momento, a someter los corruptos y propiciar su encarcelación. En
segundo lugar, exigir controles ambientales que garanticen invertirlos recursos
en las localidades donde se producen, para estimular el desarrollo económico
local.
¿No cree usted,
amigo lector, que este planteamiento puede
lograr la construcción de espacios de Poder real y efectivamente alternativos?
Miguel Ángel Cid
Twitter:
@miguelcid1
5enero 2018
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