Por Claudio A. Caamaño Vélez
“¿De qué vale la pena luchar?”... Esa es una pregunta más frecuente de lo
que uno desearía. Aunque mucho peor es la afirmación: “por más que protesten
todo va a seguir igual”. Ambas son hijas de un sentimiento fatalista, de una
visión pesimista de la realidad, a la que recuren para no hacer nada. Para
algunas personas rendirse es mejor que echar el pleito.
El pasado martes un grupo de dominicanos indignados por el abusivo aumento
de los combustibles decidimos llevar a cabo una acción cívica. Miles de
policías forraron las calles, pero ninguno de ellos nos puso un dedo encima, a
pesar de lo duro que le gritamos ladrón al presidente. ¿Qué hubiese pasado si
hubiésemos hecho lo mismo durante la dictadura de Trujillo o los 12 Años de
Balaguer?.. De seguro no estaría yo escribiendo este artículo.
Es cierto que nos falta mucho por mejorar, pero sin duda tenemos más derechos
y libertades; los cuales se los debemos a personas que si consideraron que
valía la pena luchar, y lo hicieron. Antes, luchar requería salir con un fusil
o una bomba dispuesto a matar y a morir; hoy protestar no cuesta tanto, incluso
desde la comodidad de nuestra casa lo podemos hacer a través de las redes
sociales.
Lo que no vale la pena es quedarnos callados cuando podemos gritar, o
encerrarnos en nuestras casas cuando podemos salir a protestar de manera cívica
pero contundente.
Les invito a que sigamos desafiando la indiferencia, y
unamos nuestras voluntades para enfrentar los males nos atan al subdesarrollo.
El país que soñamos no se va a construir solo, nosotros debemos hacerlo.
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