POR ROLANDO
ROBLES
Digamos que, de
entrada, hay mucha confusión sobre el alcance real de esa palabra que hemos
estado escuchando diariamente: “rezonificación”. Y el asunto se complica cuando
el vocablo en cuestión se complementa con otro aún más complejo, como es la
llamada “gentrificación” de la comunidad dominicana residente en uptown
Manhattan.
Técnicamente, en
la ciudad de Nueva York y probablemente en el resto de esta nación, el uso de
la tierra debe estar acorde con las especificaciones establecidas por la
autoridad correspondiente. De suerte que, para poder convertir una zona de
almacenes y talleres en un residencial, por ejemplo, se requiere de la
aprobación del Consejo Municipal y los afectados deben ser compensados
apropiadamente. Este proceso puede durar años, como es el caso que nos ocupa.
Sin embargo, lo
primero que nos viene a la memoria son los cambios experimentados en el Sur de
El Bronx y en el Harlem tradicional, aunque no sean dos ejemplos 100% similares
a lo que sucederá en Inwood, en unos cuatro o cinco años. Los dos primeros
barrios, tenían una imagen muy desastrosa y deprimente en los años 80’s; pero eso
no sucede hoy en lo que era la antigua propiedad del hacendado William Dyckman,
migrante de origen holandés, que se estableció hace más de dos siglos en la
zona.
Aunque si debe
reconocerse que, la parte colindante con el río Harlem, no luce como la
urbanizada zona al oeste, que toca el Hudson River Parkway. Esa franja entre la
décima avenida y el río Harlem, es la que será objeto de la llamada
“rezonificación”, principalmente. En sus alrededores, se planean construir más
de 5,000 apartamentos, de los cuales, unos 1,500 serán reservados para familias
de ingresos anuales promedio de $42,000.00 o de individuos con entradas de
$33,000.00
¿Qué tan bueno
será esto para los dominicanos que hoy residen en la zona de Inwood? La
respuesta es en verdad incierta. Pero ¿cómo será la familia dominicana dentro
de unos diez años? Bueno, las proyecciones aseguran que al ritmo de superación
que llevan los muchachos nuestros que hoy cursan la escuela secundaria, para
entonces, tendrán entradas muy superiores a los $60,000.00 al año. De hecho, ya
lo estamos viendo con los graduados de universidad y con tres o cuatro años de
trabajo continuo.
De esta realidad
se infiere que, la preocupación principal de los padres dominicanos no ha de
ser -y no lo es- pretender que Nueva York crezca al ritmo de nuestra pobreza
sino, que al invertir en la “segunda generación”, consigamos que nuestros hijos
y nietos puedan competir con los “blancos” por los puestos de trabajo en
igualdad de condiciones, y, en consecuencia, no tengan que abandonar los
barrios donde nacieron o se criaron, porque el alquiler los empuje a los
suburbios.
Nueva York es
probablemente, una de las ciudades más caras del mundo; y para vivir en ella no
se puede pensar en que las manijas del reloj se detendrán y se mantendrán los
niveles de pobreza que ahora tenemos los inmigrantes de primera generación. La
rueda de la historia no se va a detener para que simplemente, podamos
subsistirmal viviendo y dejarle de herencia a nuestros descendientes, un
apartamento alquilado de “renta controlada”.
Porque el avance de esta ciudad no depende solo de nosotros los inmigrantes;
los que sí dependen de nosotros y de nuestra actitud y dedicación, son nuestros
hijos. En ellos es que debemos invertir. Que lleguen hasta la universidad y se
gradúen. De seguro que ganarán cuatro o cinco veces lo que ganamos nosotros hoy
y podrán vivir en la Nueva York del futuro.
Lo que pretendo
no es desalentar la lucha por lograr mejores condiciones de vida para nosotros,
los ciudadanos adultos y mayores; de ninguna manera. Lo que quiero es que
miremos al futuro, con espíritu crítico y que entendamos que las “reglas del
juego” no las establecemos nosotros sino, la dinámica de desarrollo de la urbe más
influyente del mundo.
Lo que realmente
nos conviene, no es que los muchachos se queden a vivir, por otra generación,
en las viviendas de renta controlada, sino que, cuando nos vayamos de este
mundo o de retiro, ellos no puedan conservar los apartamentos, porque sus
salarios no les permiten calificar para recibir esa ayuda que sí recibimos
nosotros y que al final desaparecerán.
Comprendo que el
razonamiento luce anti popular y cuesta arriba, porque el activismo político
irresponsable y parasitario así lo califica. Pero demos una miradita analítica
al segundo vocablo del título: “gentrificación”. Es una traducción callejera de
“gentrification”, que al igual que sucede con la llamada “registración” de los
vehículos de motor, la hemos españolizado y la usamos en lugar de “registro” o
“matrícula”, que es como realmente la conocemos en nuestro país.
Gentrificación
significa “aburguesamiento”, convertirse uno y/o el barrio donde vivimos, en
acomodados; superar el nivel de vida y pasar a uno de más comodidad. Los
“activistas”, que son burgueses reales en su mayoría, que aprendieron a vivir
de las luchas sociales de los otros, quieren que nosotros nos sintamos ofendidos
ante la posibilidad de aburguesarnos.
Derrotar a la
burguesía, ya no es un objetivo para los que vinimos a este país y vivimos el
otoño de la vida. Lo que realmente queremos, es que nuestros nietos sean parte
de ella, que la representen; y para eso hemos trabajado.
Pero peor
todavía, es que el canibalismo de ciertos “dirigentes” políticos que nos
gastamos, pretende satanizar a los que han conseguido logros más tangibles que
los de ellos. Recurren al populismo político insensato y vulgar, para explotar
el sentimiento derrotista de la comunidad, en lugar de educarla y juntos
construir una agenda de progreso.
Todos conocemos
a esos “buenos para nada”, que jamás consiguieron nada para la comunidad que
representaron por años y que hoy se deleitan poniendo trabas y desvirtuando los
planes que nunca pudieron ejecutar, porque no supieron ponerse a la altura de
las promesas que hicieron a los electores.
La
rezonificación de por sí, no es mala ni es buena; es un proceso propio de las
comunidades organizadas, donde el desarrollo y la movilidad socio-económica,
obligan a redefinir el uso de la tierra de manera planificada. El asunto es que
nos sentemos en la mesa de negociación porque, además, es un fenómeno que nunca
podremos detener.
¡Vivimos,
seguiremos disparando!
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