Por Reynaldo Peguero
Don Vicente Delance era de los amigos de respeto, confianza y cuidado de
Telésforo Gómez. Mi abuelo Foro, ese boticario que así como curaba el mal del
pecho, la mala suerte y las angustias furtivas de los amantes, también tenía
“enllaves” exclusivos y Don Vicente era uno de ellos. En los años 50 del siglo
XX, la ciudad de Santiago apenas se extendía 5 kilómetros cuadrados con unos 55
mil pobladores refrescados por un río Yaque caudaloso y limpio.
En este escenario urbano, Vicente Delance, de figura recia, alta, bien vestida, ataviado con un sombrero de alas anchas de medio lado y un carro Chevrolet Impala, se convirtió rápidamente en una de las leyendas urbanas de la Avenida Valerio. Si caminara en nuestros días, sorprendería a los más improvisados lectores de las novelas de Mario Puzo y asimismo, paralizaría los insulsos que hoy pretenden cambiar a Santiago, sin conocer sus personajes, tradiciones y místicas más auténticas.
Resulta que Don Vicente Delance era dueño y señor de cientos de
propiedades, viviendas, almacenes y edificios de la avenida Valerio y todo su
entorno. Reinaba en propiedades inmobiliarias en un perímetro que se extendía
desde la calle Independencia al norte hasta la zona del Cambronal al sur. Desde
la avenida 30 de Marzo al este y la calle Anselmo Copello al oeste en el mismo
centro del barrio La Joya. Conjuntamente al negocio inmobiliario que
dejaba muchas utilidades y renta, se distinguió por ser prestamista y
financiero comunitario. En una ciudad de Santiago donde el Banco Popular
transitaba por su primera infancia sin ni siquiera acumular 10 años de fundado;
todo el que dispusiera de dinero efectivo para respaldar una importante compra
de habichuelas, cebollas, gúandules, semillas o arroz para su venta al por
mayor, acumuló como Vicentico, muchos recursos bien habidos.
Don Vicente Delance y su primera esposa Doña Ana fueron muy amigos de la
familia y nuestro vecino del frente en la calle Eladio Victoria. Vicentico
acicalado y con un revolver 38 Smith & Wesson que utilizaba discretamente
en la cintura, cruzaba casi diario a la Farmacia Foro a comentar y enterarse de
primera mano de los hechos políticos y sociales del día. A mi hermano, el hoy
doctor Miguel Peguero y a mi, nos pedía favores y nos enviaba a cumplirle
religiosamente algún “mandao” en la avenida Valerio y otras calles del entorno.
Era propietario de su vivienda y de cientos de establecimientos en toda la
zona. Luego de mejorar sus finanzas sustantivamente, Don Vicente se mudaría a
la calle Independencia en esa hermosa acera donde la mayoría de residencias
tenían amplias galerías rodeadas de jardines de lirios, cayenas, rosas y
claveles, casi al frente de ala norte de la Plaza Valerio antiguo Parque
Ramfis. Le rentaría su residencia en la calle Eladio Victoria casi esquina
avenida Valerio, al doctor en medicina Viviano Cruz y a su distinguida esposa,
la bella enfermera y pasada docente de la PUCMM, licenciada Eva González; sobre
esta distinguida familia de médicos y profesionales exitosos comentaré en otras
entregas.
El poder, influencia y las relaciones sociales de Vicentico Delance
crecieron significativamente contrayendo este gran acaudalado de la avenida
Valerio, una nueva relación y matrimonio con Doña Yolanda. Ahí los asuntos
familiares adquirieron ribetes públicos importantes, pues vino la partición de
bienes inmobiliarios y propiedades, entre Doña Ana y Doña Yolanda, primera y
segunda esposa de nuestra leyenda de la avenida Valerio, situación jurídica que
fue dilucidada en los Tribunales de las Cortes del viejo Palacio de Justicia
ubicado en la calle San Luis esquina calle 16 de Agosto. Fue la primera vez que
tuve consciencia de un tribunal, pues casi todos los jóvenes y viejos del
barrio subieron a presenciar en los estrados el primer proceso judicial del
cual tengo memoria. Mi madre nunca nos dejó ir al Palacio de Justicia y muchos
menos ir a “pendenciar” en ese proceso.
En los hechos, Doña Yolanda la nueva esposa de Vicentico Delance, más joven
y con más bríos sociales, asumió con más énfasis y dedicación los negocios y
propiedades de Vicentico Delance, dinamizando todo su proceso económico y
financiero. Ella estableció muy buenas relaciones con mi abuela materna Fermina
Valdez Liriano (Mimí) y con Telésforo Gómez, el boticario y “doctor” de casi
todas las dolencias y enfermedades de la avenida Valerio.
Financiera y urbanísticamente, Don Vicente Delance fue toda una categoría
histórica del desarrollo territorial y los negocios de Santiago en la mitad del
pasado Siglo XX. Podía prestar mucho dinero para el conjunto de operaciones que
conllevan las compras mayoristas que se realizaban en la avenida Valerio y El
Hospedaje Yaque, en un momento donde los que mucho tiempo después, se
convirtieron en grandes banqueros y empresarios de Santiago, dependían de los
flujos financieros y de caja que aportaban los auténticos y verdaderos
portentos de la avenida Valerio, entre estos Vicentico Delance. A ellos se debe
una parte de la dinámica económica y territorial que convertiría, la avenida
Valerio en una especie de Wall Street caribeño. En la otra
seguimos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario