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lunes, 18 de septiembre de 2017

Vladimir Lantigua y Radhamés Feliz ¿Ordenado por el poder político?


Por Samuel Sánchez

El primero de agosto del presente año, el Frente Amplio de Lucha Popular – FALPO- en San Francisco de Macorís, llamó a un paro municipal reclamando reivindicaciones sociales y comunitarias, necesarias para mejorar las condiciones de vida de los pobladores del municipio.

El paro se desarrollaba en calma, sin mayores inconvenientes, hasta que a las 10:30 de la mañana de ese día, un franco tirador mató con premeditación a Mario Vladimir Lantigua Baldera, dirigente del FALPO.

Los cuerpos represivos acusados del asesinato del joven estudiante universitario, trataron de enmascarar este crimen, buscando la excusa del uso de un arma de fabricación de cacera en la acción criminal. Esta artimaña no la creyó nadie y la intentona fue abandonada.

La posterior acción fue organizar una comisión para rendir un informe sobre la muerte vil de Vladimir, pero mes y medio después, esa comisión no dice esta boca es mía.

Radhames Feliz Feliz, un obrero de Bonao militante del FALPO, fue vilmente asesinado el 18 de mayo del 2016, mientras repartía volantes en su comunidad una noche antes de la materialización de una convocatoria a huelga reclamando atención del gobierno de Medina a problemas locales.

Los cobardes, primero lo atropellaron con un vehículo a Feliz Feliz y luego le dispararon, amparados en la oscuridad pues el asesinato se cometió en horas de la noche.

Sin duda, la táctica del gobierno de Danilo Medina es apostar al tiempo y esperar que la población y el FALPO se cansen de esperar el proceso de los responsables de ambos crímenes políticos y olviden el reclamo de justicia.

Me pregunto si hoy en el 2017, los organismos represivos del Estado, aun utilizan delincuentes de barrio como bandas parapoliciales para ir a pueblos como San Francisco de Macorís a sembrar terror con dos propósitos: 1- Aterrorizar a la población, pues una población secuestrada por el miedo acepta cualquier violación de derechos humanos a fin de que el terror sea enfrentado y eliminado de su territorio, el Estado sabe esto y usa ese recurso con más frecuencia de lo que nos imaginamos; 2- Montado el teatro de operación criminal desde grupos al margen de la ley o cubriéndose de ella para violarla, culpar de estas acciones terroristas a dirigentes populares con el propósito de desacreditar la lucha social.
Los grupos de limpieza o ajustes de cuenta han existido siempre al servicio del poder, estos grupos trabajan con toda la protección del poder lo que genera unos niveles inimaginables de impunidad. Es decir, estos criminales hacen todo lo posible por borrar las huellas de sus asesinatos y para ello cuentan con los resortes del poder manejado por quienes le ordenan desaparecer personas y/o asesinarlas sin ningún prurito.

Un ejemplo concreto de lo dicho, es la denuncia del abogado higüeyano Lic. Eusebio Polanco Sabino, quien entregó con vida al joven Félix Antonio Encarnación y “para sorpresa nuestra ese ciudadano aparece muerto con una pistola encima”. A nuestro juicio, la policía quiso cerrar este caso, asesinando estos delincuentes comunes para dar la impresión a la ciudadanía que están trabajando para eliminar la criminalidad y tal vez cubrir sus propias espaldas, eso no lo sabremos porque los testigos de cualquier acción torcida por parte de la uniformada ya no podrán decir nada.

Los casos citados tienen como común denominador: son dirigentes del Frente Amplio de Lucha Popular, fueron asesinados en procesos huelgarios y los responsables de perseguir a los perpetradores no han hecho absolutamente nada.

Precisamente la ausencia de justicia en ambos casos nos deja pocas dudas sobre varias hipótesis: 1ro. El Estado, y específicamente el gobierno de Danilo Medina, se han propuesto silenciar lo más consecuente del movimiento social-popular y el FALPO en particular; 2do. Los perpetradores de estas acciones criminales trabajan tranquilos pues tienen garantizada su protección; 3ro. Esta complicidad entre Estado, (gobierno de Medina), asesinos policiales o parapoliciales e instancias judiciales, convierten estas acciones en asesinatos políticos, en crímenes de Estado y así deben ser denunciados ante el mundo y los organismos internacionales responsables de vigilar a los gobiernos para el cumplimiento de los derechos humanos.


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