Por Leonardo Plata
“Que nadie se haga ilusiones de que la simple
ausencia de guerra, aun siendo tan deseada, sea sinónimo de una paz verdadera.
No hay verdadera paz sino viene acompañada de equidad, verdad, justicia, y
solidaridad. Juan Pablo
II”.
Desde hace años, la República Dominicana se ha visto afectada por el auge
de la delincuencia, la cual ha sembrado el terror a la mayoría de los
ciudadanos que cohabitados en los diferentes pueblos y urbes.
La delincuencia es un fenómeno social que tiene múltiples causas y que para
poder frenarla o disminuirla se requiere de una seria de factores que vallan a
la raíz de la causa que la genera.
Muchas veces cometemos el error de confundir actos violentos o
delincuencias, dos fenómenos, que aunque pudiera parecerse son diferentes, ya
que la delincuencia según defunciones esta podría definirse como
el conjunto de actos en contra de la ley, tipificados por la ley y
merecedores de castigo por la sociedad, en diferentes grados, en tanto que la
violencia se produce cuando una persona agrede a todo física o verbalmente,
provocándole un daño físico y moral.
Recientemente fue promulgada la ley 596-016 sobre la reforma policial, la
cual trae una serie de medidas y cambios en el accionar de esa institución
armada la cual tiene como finalidad mantener el orden y la paz en nuestro país,
pero no es el sana lo todo de los males sociales que afectan al país, sobre
todo en los sectores mas oprimidos que es donde se genera la delincuencia y se
producen hechos violentos.
Existe una presión mediática, un populismo social para que el estado
dominicano a través de sus organismos llamado a combatir los crímenes y
delitos, endurezcan y aumente las penas a las personas que transgreden la ley,
como si esto fuera el antídoto que va a curar el cancel social llamado
delincuencia.
Con las modificaciones hecha al Código Penal Dominicano, así como la nueva
reforma policial, se evidencia la gran presión social que existe contra el
gobierno para que este ponga un stop a los niveles de delincuencias, pero nadie
se ha detenido a señalarle al gobierno las causa que la genera, para buscar una
solución mas viable y mas humana para constreñir y combatir los hechos
delictivos.
Hay que tener mucho cuidado, pues jamás se pude legislar para disminuir las
garantías y los derechos fundamentales de las personas, independientemente sea
delincuente o no, porque estaríamos ante una involución jurídica que retrotraía
conductos abusivas y represivas por parte de los órganos persecutor del delito.
Los derechos fundamentales consagrados en nuestra carta magna y en los
tratados internacionales de los cuales somos signatarios, es por eso que los
países modernos que están dentro del marco de un estado social, democrático y
de derecho, jamás aspiran a quebrantar y mutilar los derechos fundamentales,
como el derecho a la vida, a la libertad y la dignidad, porque estaríamos
cometiendo una involución en materia de derechos y eso es peligroso porque
volveríamos a un estado de barbarie y de abusos de poder, por parte de
funcionarios y cuerpos castrenses.
El jurista y especialista en derecho constitucional Eduardo Jorge Prats, en
su obra “Los Peligros del Populismo Penal”, plantea que el populismo penal es antigarantista
porque propugna por la disminución de las garantías; es maniqueo porque orienta
al combate de la criminalidad como cruzada contra el mal; es panpenalismo
porque considera al Derecho Penal como remedio de todos los males sociales,
como sanalotodo social; y es simbólico y demagógico porque sólo crea la ilusión
de que soluciona los problemas vía la intervención penal.
La solución del problema de la delincuencia, en ningún país del mudo donde
se respeten los derechos fundamentales y la dignidad de las personas, se
resuelven aumentando los hechos punibles, porque sería contrario al espíritu de
la justicia y a las aspiraciones de una sociedad mas justa, donde prevalezca la
paz, la igualdad y la solidaridad entre todos sus entes sociales.
La falta de oportunidad, la indiferencia gubernamental en crear políticas
sociales adecuadas para disminuir los niveles de pobreza, los hogares en
conflictos, la irresponsabilidad de muchos padres, el desmoronamiento moral y
espiritual que sufre la familia dominicana, es el caldo de cultivo de este mal
social llamado delincuencia y es ahí que está la raíz del problema.
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