Por Reynaldo Peguero
Empoderamiento femenino y prevención de violencia,
son temas fundamentales de hoy. En ambas categorías, Magaly
Pineda hizo
grandiosas contribuciones. Esta mujer brillante, irreverente y desafiante que
nos visitaba con frecuencia en Managua, Nicaragua, como investigadora nos
llenaba de nuevas ideas y como abuela agregada, siempre traía tiernos regalos
para Julito y Mariana Teresa, nuestros pequeños hijos. Ella siempre
acumulaba una agenda de trabajo internacional, que
cautivaba en nuestro patio internacionalista, a las mejores intelectuales del
tema en América y el mundo.
Magaly facilitó todo un proceso reflexivo en
la mujer dominicana. En la teoría líquida propiamente dicha, como en las mismas
calles, conceptualizó la acumulación de poder político y de derecho por las
mujeres, y promovió exitosas herramientas de prevención, control y erradicación
de feminicidios y la violencia contra la mujer en todas sus formas.
La violencia contra la mujer y la familia son la tercera gran epidemia de importancia de este
siglo XXI. Se
impone un reencuentro con Magaly Pineda y su tradición de aguda reflexión en el
campo político y social. Volver a las raíces de la filósofa dominicana que más
escribió y propuso iniciativas que renovaron el pensamiento sobre el poder de
las mujeres en la sociedad moderna. Fue ella en conjunto a otras mujeres, las
proponentes que el 25 de Noviembre fuera el Día Internacional de la No
Violencia contra las Mujeres, en memoria de las Hermanas Mirabal: Minerva,
Patria y María Teresa. En el Primer Encuentro Feminista de Latinoamérica y El
Caribe, realizado en Bogotá, Colombia, 1981, se escribió la historia.
En este siglo XXI, la violencia contra la mujer en todas sus formas,
es parte sustantiva del nuevo perfil epidemiológico de
República Dominicana. En mortalidad, incidencia y prevalencia de casos, sólo es
superada por los accidentes de tránsito y la violencia urbana. La probabilidad
que una mujer muera en acciones violentas causadas por sus propias parejas
masculinas (feminicidio), es un gran problema urbano de salud pública y una
expresión de la “barbarie machista” que todavía impera en las relaciones
humanas. Para Carisse Etienne, Directora de OPS, la violencia contra la mujer afecta a 1 de cada 3 mujeres
en todas las Américas, y tiene consecuencias profundas y duraderas para
la salud de las sobrevivientes, tales como lesiones físicas, mentales, retrasos
sociales, embarazos no deseados, abortos, infecciones de transmisión sexual
(incluso la infección por el VIH/Sida) y diversos resultados negativos en
materia de salud mental.
Conocí a Magaly exactamente en los años 80 del siglo XX en el Centro de
Capacitación para la Reforma Agraria (CECARA), construido en el “Callejón de
Los Guardias” de Santiago, esa franja de tierra entre el segundo tramo del río
Gurabo y los terrenos donde hoy se desarrolla el Parque Central (antiguo
aeropuerto). En CECARA fui su alumno la primera de las tantas veces que la escuché.
Se manejaba expositivamente con mucha inteligencia, soltura y gracia, como si
las ideas brotaran sin estar salidas de ninguna botella de materialismo
histórico o guía como la compuesta por Martha Harnecker. La línea expositiva de Magaly aunque progresista, tenía
muy poco que ver con el clásico marxismo que campeaba en todas las catedrales
revolucionarias de Europa. Siempre fue una libre, autónoma e íntegra pensadora
que había estudiado sociología en Puerto Rico. Se enfocaba diferente a lo que
se esperaría de la “esposa” de un dirigente del eterno 14 de Junio.
Magaly Pineda debió ser la primera líder feminista en dirigir el
Ministerio de la Mujer cuando éste fue creado
el 11 de agosto de 1999 vía la Ley 86-99 que
estableció la Secretaría de la Mujer como organismo
del Estado que articula los esfuerzos relacionados con la promoción de la
igualdad y equidad de género. Ella fue promotora de esa ley, y aunque
políticamente no militaba en el partido de gobierno de ese entonces, si estaba
muy próxima a sus líderes feministas en especial a Gladys Gutiérrez pues había
compartido con ellas en el Programa de Igual de Oportunidades para la Mujer
(PIOM) en los procesos políticos. Tampoco lo
fue en el cambio de gobierno del 2000-2004, pues
no se le dio la oportunidad para ocupar una función donde siempre se ha
preferido colocar “mujeres partidarias”, antes que intelectuales de la
causa.
Magaly como socióloga, investigadora y profesora me condujo a emplearme a fondo en la temática de la
violencia y en su prevención. Siendo partícipe de la primera investigación que
se realizó en Centroamérica del tema epidemiología de la violencia, una
propuesta de estudio del doctor Edmundo Muñiz Patín para valorar y medir el
carácter epidémico de la violencia en Nicaragua y Centroamérica de los años
80. Magaly supo aportar innovadoras propuestas al respecto. Asimismo lo hizo con mi tesis de maestría conjunto al
doctor Ofilio Mayorga sobre la Epidemiología de los Accidentes de Tránsito,
premiada con honores por el Centro de Investigaciones y Estudios de la Salud de
Centroamérica.
Obtuve todo el apoyo de Magaly para afirmar como lo hice, que la violencia contra la mujer y la
familia es una “socio-epidemia” y
como tal debe ser tratada. Grave resultará otorgar un
manejo exclusivamente judicial y coercitivo, se impone una gestión cultural y
de salud pública. Es una epidemia que solo es controlable desde la cultura de
la violencia y una vigilancia participativa que actúe sobre las causas y no
sobre sus fatales efectos. Así lo recitó Magaly. El Estado tiene que
compactarse en un sólo programa que actúe con contundencia y recursos sobre
conocidos factores precipitantes y medibles signos de riesgos. Debemos
empoderar a la mujer, la familia y la sociedad en el control de esta grave
epidemia de violencia.
Reynaldo Peguero es Director Ejecutivo Consejo
para el Desarrollo Estratégico de Santiago (CDES), Plan Estratégico
"Santiago 2020"
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