Por JUAN T H
La división del
Partido de la Liberación Dominicana (PLD), es un hecho; solo falta
oficializarla. La ruptura es inminente. Nadie lo niega ya.
Las
contradicciones entre Leonel Fernández y Danilo Medina, han llegado a un punto
sin retorno, con agresiones que llegan incluso al plano personal, aunque la
lucha es por el poder. No es una disputa ideológica, ni de principios, es una
confrontación por el control del Estado. No es por amor al pueblo ni a la
patria.
Es muy simple: Danilo
quiere mantenerse en el gobierno aún sea a través de uno de sus pupilos,
mientras Leonel intenta impedírselo y convertirse, por cuarta vez, en
presidente de la República. Como están las cosas en el PLD, será muy difícil un
reencuentro entre ambas fuerzas, aunque en política nada es imposible.
Como un mago en
un escenario de títeres y payasos, Danilo sacó del sombrero un conejo y lo
presentó, dejando a sus adláteres desconcertados, sin pito ni flauta,
provocando desavenencia entre quienes creyeron ser más leales y tener más
experiencia y méritos políticos dentro del partido para ser seleccionado por el
titiritero. Unos se quedaron en el espectáculo, otros, indignados, se marcharon
a llorar su desencanto.
Fue un acto de
magia calculado. Francisco Domínguez Brito era el que más simpatías había
logrado dentro y fuera del PLD, sin
embargo, no era el más confiable, el que garantizaba la impunidad del circo y sus
payasos. Había que buscar a alguien incondicional, alguien que fuera más de lo
mismo. Danilo no buscaba un candidato, buscaba un siervo, mientras menos
condiciones políticas y culturales tuviera, mejor. Más fácil de manipular.
El presidente
Medina hará lo que tenga que hacer para
que Leonel no gane la convención, y, si la gana, para que no vuelva a la
presidencia por cuarta vez. El Estado será un factor. Dicen que está gastando
entre nueve y diez millones de pesos diarios solo en propaganda, publicidad y
bocinas. El monto seguirá aumentando según pasen los días, las semanas y los
meses. Para el grupo de Palacio es de vida o muerte que Leonel no llegue al
Palacio Nacional, ni nadie que atente contra su seguridad judicial.
En el conflicto
del PLD hay muchas cosas que aún no se ven y que probablemente no veremos
durante el proceso electoral. Tal vez algún día nos enteraremos por qué Joao
Santana, su mujer y su hijo estaban anclados en el Palacio Nacional, tal vez sepamos
por qué Odebrecht instaló su oficina de sobornos, por qué la presidente de Brasil hizo un spot
llamando a votar por Danilo, y por qué Lula vino a la República Dominicana; y
quizás sepamos quienes fueron los sobornados por esa empresa y cuántos millones
invirtió en financiar la campaña electoral del mandatario dominicano. Eso, y
mucho más, algún día, termine la impunidad)
Trato de ser
objetivo si digo que la división del PLD la ha provocado Danilo, no Leonel. Fue
Danilo quien pese al impedimento constitucional intentó reelegirse, quien violó
los acuerdos del 2015 que les permitieron mantenerse cuatro años más en el
poder, entre muchas otras diabluras en el Comité Político y el Comité Central.
(Esos vientos trajeron estos lodos)
El PLD no es el
primer partido en dividirse o desaparecer, de hecho todos se han fraccionado o
desaparecido en la historia del país y del mundo; unos más temprano, otros más
tarde. La dialéctica política no se equivoca. Para justificar su partida en
1973, Juan Bosch dijo que el PRD había “cumplido su misión histórica, que ya no
tenía razón de existir”. No era cierto, el PRD llegó al poder en 1978 con don
Antonio Guzmán y el liderazgo del doctor Peña Gómez, produciendo cambios
sustanciales. Libertad de los presos políticos, regreso de los exilados,
eliminación de las leyes anticomunistas, despolitización de las Fuerzas
Armadas, fin de la represión y crimines políticos, entre muchas otras de
carácter estructurales.
El PLD, sin
embargo, nunca tuvo, ni ha tenido, razón de existir. Por el contrario, ha
convertido el país en un estercolero donde reina la inseguridad, el crimen, el
tráfico de influencia, la corrupción, la impunidad y el narcotráfico. Algún día la
historia lo dirá contundentemente tras analizar objetivamente los 20 años que ha
dirigido el Estado.
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