Por JUAN T H
La Constitución
de la República, un pedazo de papel de inodoro, así como garantiza el derecho a
la vida en su artículo 37, a la dignidad humana en el 38, a la igualdad en el
39, a la libertad y seguridad en el 40, a la intimidad y el honor en el 44, la
salud en el 61.
En su primer
párrafo el artículo 61 dice: “El Estado
debe velar por la protección de la salud de todas las personas, el acceso al
agua potable, el mejoramiento de la alimentación, de los servicios sanitarios,
las condiciones higiénicas, el saneamiento ambiental, así como procurar los
medios para la prevención y tratamiento de todas las enfermedades, asegurando
el acceso a medicamentos de calidad y dando asistencia médica y hospitalaria
gratuita a quienes la requieran”.
El Estado
dominicano no les ofrece a los ciudadanos lo que establece la Constitución. Al
contrario, lo niega.
La salud del
pueblo debe garantizarla el gobierno, no los médicos. Es el Ministerio de Salud
Pública el que debe procurar que todos tengamos “asistencia gratuita” en hospitales, no en cementerios de seres
vivos, “medicamentos de calidad”,
placebos ni fármacos falsificados. No es el Colegio Médico el que debe velar
por el “saneamiento ambiental”; no
son los médicos quienes tienen que darles “agua
potable”, ni “servicios sanitarios”,
en “condiciones higiénicas” a los
ciudadanos, es el Estado, el gobierno.
Pero tenemos un
Estado hipertrofiado, con un sistema de salud que, como dice el eminente galeno
José Joaquín Puello “hace tiempo que
colapsó”. Y el culpable no es Waldo Ariel Suero, es Danilo Medina que no
invierte en la salud del pueblo, pero malgasta 40 mil millones de pesos en
botellas, el que mantiene 77 instituciones disfuncionales que anulándolas
permitirían un ahorro de 13 mil millones de pesos. No es Waldo, es Danilo quien
dirige un Estado donde la corrupción le roba al pueblo la salud y la
alimentación, entre otros derechos.
De nada sirve
invertir 4% en educación si no se hace lo mismo con salud que requiere de por
lo menos un 5%. Un pueblo sin salud no puede estudiar, trabajar, ni puede echar hacia adelante un
país. La salud es primero, como la alimentación. El que no come se enferma y
muere; el enfermo no estudia ni trabaja; el que muere tampoco. No invertir en
esos renglones es criminal. Los derechos humanos fundamentales están enlazados.
¡Por eso son fundamentales!
Los médicos
reclaman hace más de 50 años condiciones adecuadas para trabajar (hospitales
del primer, segundo y tercer nivel, bien equipados), salarios adecuados,
viviendas, seguridad social, etc., para atender en condiciones óptimas a los
pacientes. Las pocas reivindicaciones logradas han sido fruto de la lucha.
Ningún médico
quiere hacer huelga, ni quiere ver sufrir a sus pacientes, y mucho menos verlos
morir. El inhumano no es el médico, es el gobierno, es el presidente. El médico
es una víctima, igual o peor que el paciente.
Politizar la
salud, negarle los recursos, como hace el gobierno para no cumplir la
responsabilidad que le asigna la Constitución, es indignante.
Voy más lejos:
es un crimen de lesa humanidad. Hoy como ayer (soy coherente) apoyo la lucha de
los médicos. Jamás sería capaz de respaldar a un gobierno que le niega al
pueblo el derecho inalienable a la salud.
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