Por JUAN T H
El gobierno no
está apostando a la superación rápida de la crisis sanitaria que provoca cada
día más contagiados y más muertos, como si fuera una lotería. Hoy yo, mañana
tú. Todos estamos en peligro de terminar en una fosa, incluso común. Cada
ciudadano está en la tómbola del azar sin saber cuándo le tocará el infortunio.
Al gobierno no le importa.
Así como está
dejando que el dólar se deslice lentamente hasta alcanzar casi el 60 por uno,
con sus terribles efectos, así mismo está permitiendo que el coronavirus se
extienda por todo el país permitiendo que la gente rompa –por desempleo y
hambre- la falsa cuarentena.
Danilo Medina ha
manejado el virus con una irresponsabilidad que raya en lo absurdo, disparatado,
ilógico, caótico, ridículo y demencial. Dice que la salud es la prioridad en
estos momentos, pero actúa como si no lo fuera, como si no le importara,
mientras la población se desespera aumentando el estrés social.
Danilo espera
que el tiempo transcurra, que las elecciones fracasen como las de marzo, pero
no detiene la campaña electoralde su candidato Gonzalo Castillo, a quién le han
entregado el Estado para que maneje todas sus instituciones y todos sus
recursos económicos; pero ni así ha logrado repuntar en las encuestas.
El dinero, las
encuestas falsas, la campaña sucia, el pago de bocinas en los medios de
comunicación, no han sido suficientes. No hay manera de que el candidato
oficialista tome alas. Hemos visto la actuación seria y transparente de otros gobiernos
–incluso cercanos y parecidos al nuestro, como Costa Rica- contrastando con la
manera inescrupulosa del presidente nuestro, que no hace nada o hace muy poco, que
no acata las orientaciones científica de la Organización Mundial de la Salud y
otros organismos internacionales, ni escucha a nuestros expertos, calificados
mundialmente.
Tampoco quiso
convocar al “liderazgo nacional” para que juntos enfrentaran la crisis
compartiendo ideas y responsabilidades. Le entregó el mando a su hombre: Gonzalo
Castillo, tan inexperto e incompetente, como el ministro de Salud Pública, un
simple militante del PLD en campaña política, más que en una cruzada para
combatir y derrotar la Covid-19.
Mientras el
tiempo avanza, se acerca el día de las elecciones, pero también aumentan los
contagiados y los muertos para que el pánico y el miedo impidan que los
votantes acudan a las urnas. El PLD, con los números en las manos, que no le
cuadran, le teme a los comicios como el diablo a la cruz. Si no hay elecciones,
el PLD está convencido de que gana, por lo menos tiempo. Es la patada del
ahogado, un riesgo calculado del que no quiere morir en las aguas profundas del
desprecio popular.
El gobierno y
sus bocinas millonarias venden el miedo, pero, ellos tienen más miedo que la
gente, que, en más de un 75%, según las encuestas, dice que irá a las urnas. El
voto castigo no se hará esperar. La gente está recibiendo todo lo que el Penco, Plan Social, Comedores, tarjetas,
etc., etc., le están entregando, pero votará en contra.La decisión está tomada.
Y ese es el problema: no saben cómo desmontarse de la nave del poder en la que
han estado surcando los mares de la codicia y el placer por 20 años.
Salir del poder –donde
entraron pobres de solemnidad- tiene sus riesgos. El pueblo no aceptará otro
borrón y cuenta nueva. No lo permitirá. Tendrán que rendir cuentas. Esa es la
cuestión. No estoy seguro que la Fuerza
del Pueblo quiera elecciones el 5 de julio. Tengo mis dudas. Sería un error,
sin embargo. Toda la oposición debe unirse y exigir elecciones limpias, libres
y sin fraudes. Recordemos que el PLD cuando no gana, arrebata. Aunque esta vez
no le resultará. Defenderemos los resultados a sangre y fuego, si fuere
necesario.
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