Por Miguel Ángel Cid Cid
Al concluir un proceso electoral, los políticos
saben que sus partidos tienen que emprender la recomposición interna, hacer
aquí y allá los ajustes de lugar, ya sea si lograron llegar al gobierno o si se
quedaron en la oposición.
A partir de las elecciones pasadas, entonces, quedaron
establecidas las tareas de todas lasorganizaciones políticas dominicanas. De
los tres partidos, en el orden en que quedaron en la boleta electoral, el PLD
se trazó la laborde renovar su dirección --en un auténtico marasmo de sus
fuerzas--, sin socavar la unidad.La FUPO se impuso la ardua faena de fijar y
documentar su identidad ideológica, su estructura orgánica y trazar las líneas
de acción política como entidad de oposición.La cuestión del PRM es el tema de
esta entrega.
Se recuerda que al concluir las elecciones del 2016
los perremeistas se emplearon a fondo en aplicarse en dos frentes de trabajo.
El primero consistió en avanzar en la consolidación del partido recién nacido.
El segundo radicó en definir la estrategia electoral con los ojos fijos en el
2020. Necesitaban, ansiaban, llegar al Poder.
Ésaardorosa urgencia los llevó a priorizar las
estrategias de imagen del partido y su candidato, Luis Abinader, y ambos se
abrieron como paraguas, para cobijar todas las fuerzas de la oposición, y
caerles todos juntos, como los pavos, a Gonzalo Castillo. Y así le arrebataron
el poder al partido por largo tiempo gobernante. Ahora el turno le toca al
fortalecimiento interno del partido con miras a tratar de alargar su
contundente victoria más allá del 2024.
Precisamente en ese orden, los estatutos del PRM
indican qué hacer. El artículo 14 consigna que “La Convención Nacional de Delegados se reunirá ordinariamente cada
cuatro (4) años”. La más reciente convención se celebró en 2018. Por lo tanto,
el límite de tiempo para reacomodarse y prepararse para la pelea sea cerca, imperturbable.
El presidente del partido José
Ignacio Paliza y la secretaria general Carolina Mejía, representan el
equilibrio de las fuerzas internas. Ellos tienen el poder de convocar la
Convención Nacional Ordinaria.
Las atribuciones de la Convención Nacional Ordinaria
las establece el artículo 15. Para muestra dos botones: b. Elegir los miembros
del Comité Nacional y proclamar a los dirigentes nacionales elegidos por el
voto universal. Y d. Fijar los lineamientos de la política general del Partido.
Un partido moderno respeta sus reglas internas. Las
del PRM mandan que el partido aplique una gestión de Gobierno Compartido. Pero
es, justamente, a esa Convención que corresponde precisar cómo será el Gobierno
Compartido. Así lo manda el literal “d” citado.
Por tanto, la tarea inmediata de los
perremeistassería concretizar el Gobierno Compartido. Luego seguiría
especializar el trabajo de los dirigentes de la organización. La división del
trabajo pondría a José Ignacio Paliza a la cabeza de la reorganización. Pero a
Paliza habría que atestarlo contra una empalizá y darle una paliza para que
entienda que para esa tarea debe salir del gobierno.
A Carolina Mejía, secretaria general de la
organización, le tocaría delegar funciones a su equipo dela Alcaldía del
D.N. Confiar en que su equipo le
garantizaría dos puntos claves. El primero, hacer su gestión de gobierno
municipal inclusiva y participativa, como mandan los estatutos. El segundo,
apartar tiempo para cumplir con las obligaciones de la Secretaria General del
partido.
Partido-gobierno
Pero la organización, ahora gobernante, tiene otra
alternativa. Dejar a Paliza y a Carolina concentrados en sus cargos
gubernamentales. Y, en la presidencia y Secretaría General, elegir nuevos
compañeros.
En sentido general, el PRM debe abocarse a definir
los límites de la dinámica dialéctica entre el partido y el gobierno. Esa
lógica impediría que el gobierno arrolle al partido o que el partido distraiga
al gobierno.
¿Acaso los perremeistas creen que el solo hecho de
ser gobernantes los hace fuertes y grandes?
Por ese narcisista juego de espejo, entre otras
cositas, cayó abatido el Penco.
Con todo, hasta ahora el gobierno estáinclinado a
servir a aquellos poderes fácticos que fueron obligados a rebelarse en contra
del régimen anterior. Falta, entonces, la inclusión –deliberada y con sentido
de equidad-- de los más amplios sectores populares. Y ese balance, por muy
precario que sea, sólo lo puede dar la influencia militante e ideológica del
partido. Esa es la relación actual y pertinente partido-gobierno,
gobierno-partido. Teniendo en cuenta que el Estado debería trabajar para la
sociedad en general, no para ningún sector particular.
Mientras tanto, la fiesta empezó hace ya seis meses,
pero todavía el baile sigue desacopla’o. Y eso con una oposición en cuarentena,
sin atreverse a organizar su propia fiestecita clandestina.
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