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domingo, 21 de marzo de 2021

Un ejercicio político que se niega a decir su nombre


 

Por Miguel Ángel Cid Cid

 

La escena parece improvisada, pero sin duda antológica. La cámara se mueve para arriba, hacia abajo, por los lados, ajena al portento del personaje, como si estuviera sobre un hombro distraído y cansado. En la pared del fondo sobresale una amplia reproducción del mural Guernica de Picasso. Y en el centro, sentada en un sillón beige, está ella. Toda ella.

 

Viste un ajustado vestido color rojo cereza de una sola pieza. La prenda la cubre hasta las rodillas y tiene mangas largas y un cinturón negro que le ciñe la cintura. El rojo le sienta muy bien a su cuidada piel morena. Una llamativa mariposa demetal en el pecho, un brazalete en la muñeca derecha y reloj en la izquierda y unos aretes de oro revelan un dejo de deliciosa coquetería en una mujer de belleza otoñal.

 

Josefa Castillo es una mujer expresiva. Uno puede notar cierto regodeo en ella, cierta infatuación de esa que sólo brinda el poder. Cuando habla, que es el oficio básico de un político, acentúa cada palabra con un gesto de sus manos. Ella luce a sus anchas en ese video subido a internet por el periódico Hoy. Está en su salsa.

 

Josefa Aquilina Castillo Rodríguez, su nombre completo, es la flamante Superintendente de Seguros. En esa condición fue invitada al almuerzo del Grupo Corripio. Transcribo un trozo de su discurso, para que se muestre ese trozo de mujer:

 

“Por el concepto de nómina todo lo contrario. Yo te digo toda la verdad, yo he aumentado la nómina. Porque yo tengo que nombrar, pero con toda la calidad porque nosotros fuimos Recursos Humanos en el período 2000-2004 y hemos hecho nombramientos puntuales. Pero hemos preparado a nuestro personal para hacer desvinculación y sustitución y eso se evidencia porque inteligentemente se ve que el resultado ha sido positivo. No hay ningún problema de efectividad. Eso quiere decir que hemos estado desvinculando y sustituyendo por personal que puede hacer el trabajo.

 

Hemos respetado también lo que es el MAP, el Ministerio de Administración Pública. Y lo que es la Ley de administración pública y lo que es un empleado de carrera y sus derechos, porque ellos tienen sus derechos. Pero ojo con esto, yo conmino a los funcionarios públicos a que se lean bien lo que dice la Ley. Porque no es que no se pueda desvincular, es que hay mecanismos específicos para hacerlo. Porque cuando nos barrieron a todos en el 2004 nadie dijo nada.

 

Bueno mi amor déjame decirte que ahí había personas que tenían dieciséis años, más cuatro, veinte años sin ver a linda, ¿tú sabes quién es linda?

 

Esta es una institución pequeña. Solamente tiene unos 640 empleados y hemos desvinculado 300, todavía quedan unos 150. Sácale punta al lápiz a ver cuántos son.

 

¿Y qué pasa? Yo interpreté lo siguiente: no puedo quedarme como diputada solamente, porque resulta que yo también tengo compromisos con que esas gentes entren al tren gubernamental. Pero además yo tengo que dar respuestas y como diputada no tenía las respuestas en la oposición.

 

Me sacrifiqué porque realmente me tocó una institución con muy pocos empleados, con muy pocas soluciones. Pero lo que yo hago señores, no se ve muy elegante. Pero la superintendente de seguros va a visitar otras instituciones, a buscarle empleos para su gente, porque eso es una responsabilidad.

 

-- ¡Eso es clientelismo! --. Gritó alguien, supongo una periodista, invisible a la cámara.

 

“¿Perdón? ¿Clientelismo? ¿Clientelismo?

 

Pero imposible parecerse eso a clientelismo. Clientelismo es cuando tú pagas por una acción. Yo estoy haciendo una labor de gestión de empleos con mis homólogos para las personas que no tienen empleos”.

 

Se percibe ahí, tal vez, cierto aire de ingenuidad en Castillo. Quizás cierta soberbia. Pero, en todo caso, es raro que se dé una ambigüedad tal de temperamento en una mujer, líder política y con experiencia de Estado como ella. Como esa muestra de Josefa Castillo quitándose, cual striptease, con malicia, con candidez y sin rubor, su máscara.

 

Fue diputada por 16 años corridos. En su partido, el PRM, tiene tres cargos importantes: Vicepresidente Nacional, Miembro de la Comisión Ejecutiva y vicepresidente del Frente de Mujeres Modernas.

 

De hecho, fue electa diputada para el actual periodo, pero renunció a la curul para dirigir la Superintendencia de Seguros. Con la diputación, como buena madre, hizo todo lo posible para dejársela a su hijo. Sí, a Jheyson Castillo, pareja de Kimberly Taveras, la anterior ministra de la Juventud, la del escándalo escandaloso. (Porque a Claudio Caamaño, ni muerta).

 

Pues Doña Josefa Castillo, como rutilante funcionaria no sólo viene sustituyendo a dos manos a todo el personal de la Superintendencia, sino que ya aumentó la nómina de 22 a 26 millones de pesos. Y eso es para empezar.

 

Castillo, desde que llegó el cambio, está metida en el cambio, en su afán de buscar soluciones a su gente. Pero ella niega que ese laborantismo político sea clientelismo. Es decir, de gestionar empleos para quienes hicieron campaña paraque ella ganara las elecciones a nivel congresual.

 

¿Qué dice la RAE, sobre la palabra clientelismo? “Práctica política de obtención y mantenimiento del poder asegurándose fidelidades a cambio de favores y servicios”.

 

Wikipedia amplía un poco más el significado. “El clientelismo político es un intercambio extraoficial de favores, en el cual los titulares de cargos políticos regulan la concesión de prestaciones, obtenidas a través de su función pública o de contactos relacionados con ella, a cambio de apoyo electoral”.

 

Creo que con esas dos definiciones bastará para establecer que, lo que hace la renunciante diputada y presumida funcionaria, si no es puro clientelismo político, se le acerca demasiado.

 

Y a propósito, ¿esa es la labor de una Superintendente de Seguros?

 

La cámara siguió balaceándose. ¡Corten!

 

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