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jueves, 16 de marzo de 2023

Sobre Memorias de New York

Por Juan Cruz Triffolio

 

En su amena y singular obra Memorias de New York, el apreciado pintor, caricaturista y escritor Segundo Reynoso Cabrera, nos ofrece una picaresca semblanza sobre las diversas y peculiares estampas que envuelve la realidad cotidiana de la denominada Gran Manzana, fruto de sus intensas y extensas vivencias durante varias décadas en que tuvo que trajinar por sus relumbrantes calles y avenidas.

 

Con una cautivadora narrativa alejada de la rimbombancia propia de los encumbrados y consultados especialistas en materia literaria, Reynoso Cabrera, empleando párrafos cortos y de contenido de fácil asimilación, sin obviar la sustancia que siempre procuran los amantes de la lectura edificante, describe, en capítulos breves e interesantes, hermosas vivencias cautivadoras para aquellos que desean conocer la diversidad newyorquina.

 

En un segmento de su apasionante publicación, el también periodista Segundo Reynoso Cabrera, nos recuerda que el Rio Hudson es como una larga y sinuosa serpiente de 500 kilómetros que nace en los montes Adirondacks, y que pasa por el frente a Albany, capital de New York, entre otras demarcaciones de La Babel de Hierro.

 

Destaca que Henry Hudson y el italiano Giovani Verrazano, -el mismo que  delineó el prolongado puente que lleva su apellido-, lo conquistaron, cuando entonces se conocía con el nombre de Río de las Montañas, se enamoraron de su caudal y en su ribera fue levantada la ciudad que hoy se conoce como “la más famosa del mundo”.

 

Sobre la llamada Bolsa de Valores, ubicada en el corazón histórico del distrito financiero de New York, resalta que su nombre hay que buscarlo durante la colonización, particularmente, de los holandeses que compraron la isla de Manhattan a los aborígenes autóctonos, los indios Banapes, por 60 florines, por lo que su fundación se estima en 1614.

 

En torno al Museo de Brooklyn, Reynoso Cabrera, destaca que es una obra de  portentosa arquitectura, diseñada en el siglo XIX, por McKim Mead & White, los mismos que delinearon la Universidad de Columbia.

 

Fue abierto al público en 1895, proyectando el arte antiguo de Egipto, Asia, África y estadounidense, además de mesopotámico.

 

El Museo de Brooklyn contiene millón  y medio de objetos artísticos e históricos y a través de sus cristales se tiene la oportunidad de conocer cómo se vivía doscientos años atrás en los Estados Unidos, observando impresionantes colecciones de muebles, vestuarios, cocinas y detalles del hogar de épocas pasadas.

 

Llaman la atención las puntualizaciones que el escritor y pintor dominicano referido en estas líneas formula sobre los olores peculiares de New York, tanto en el interior de sus unidades habitacionales como en sus diversas arterias vehiculares, donde sin tapujos afirma que prevalece la fetidez de la marihuana.

 

En pocas palabras, visitar la plaza newyorkina, en cualquier temporada, a juicio de Reynoso Cabrera, es exponerse a disfrutar o sufrir “un catálogo de olores y hedores”, una veces fruto de los múltiples choques de sazones y, en otras ocasiones, a consecuencia de las diversas defecaciones de animales con dueños irresponsables.

 

Otra realidad expuesta por el artista dominicano en su obra Memorias de New York, se refiere al funcionamiento  y uso de los trenes como medios de transporte masivo.

 

Fuera de representar una de las tantas fuentes de ruidos y sonidos que caracterizan a La Gran Manzana, que además de ser una expresión viva de las diversas nacionalidades y etnias que imprimen el sello cosmopolita a la espaciosa y bulliciosa ciudad, es un punto de encuentros cotidianos y masivos de los diferentes sectores que conforman su dinámica productiva.

 

En sus diversas estaciones hay de todo y para todos, dejando al desnudo la diversidad que caracteriza a la ciudad de los rascacielos.

 

Algo similar ocurre, aunque en menor proporción y orden, en la diversas bodegas, sobre todo, en aquellas ubicadas en el llamado Alto Manhattan, donde tiene una acentuada presencia el emigrante dominicano y en sentido general, el hispano.

 

Además de los temas ya enunciados, vale recordar que como tramos atractivos del contenido de la publicación de Segundo Reynoso Cabrera, se registran curiosas y valiosas informaciones sobre el Center Park, la Estatua de la Libertad, El Brooklyn Bridge, El Toro de Wall Street, Las Torres y Times Square, El Graffiti, la Música, entre otros tópicos que por razones de espacio y tiempo no podemos abordar en esta reseña.

 

Tanto por la picardía que proyecta Reynoso Cabrera como  por la diversidad que se advierte en la temática, finalmente,  aprovechamos la ocasión para invitar a los amantes de la buena lectura a procurar el libro aludido y sumergirse en sus apreciables consideraciones.

 

Inténtelo, no se arrepentirá…!!




 

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