Por Miguel Ángel Cid Cid
La teoría neoliberal sedujo las élites gobernantes
de América Latina en la década de los noventa. La idea básica es simple:
reducir al mínimo la intervención del Estado en la sociedad. El único rol que
le dejan los neoliberales al Estado es la de ente regulador. Y cuidado.
En la práctica los sueños del neoliberalismo, con su
bandera de libre mercado, mudaron al Estado a la estancia de un simple
espectador. Las reglas las traza las manos invisibles –según Adam Smith y al
cual se plegó el pontífice neoliberal Friedrich Hayek-- del mercado. Los pobres
son echados al fuego sagrado del infierno.
Esa es una doctrina nacida en países desarrollados,
pero República Dominicana, ombe, no podía quedarse atrás. En 1996 el soberano
criollo eligió gobernantes noveles, proclives al pensamiento complejo, a
aceitarse, a ponerse al compás de la última ola.
Como era de esperarse, los nuevos incumbentes no se
conformaron con privatizarlas empresas del Estado, sino que según iban
privatizando, creaban otras.
La Corporación Dominicana de Electricidad (CDE), por
ejemplo, se dividió en dos grandes grupos: las empresas generadoras de
electricidad y las comercializadoras. Las generadoras parieron decenas de
nuevas compañías, mientras las comercializadoras se triplicaron: Edenorte,
Edesur y Edeeste.
El boom privatizador creció a tal punto que ni
siquiera la muerte se salvó. No esque las municipalidades pasaran a manos
privadas los cementerios, sino que surgió un mercado paralelo.
El lugar común es la muerte. Y la muerte, contrario
a la vida, es eterna. Por esouna inversión de capital ahí, no corre riesgo. Las
ganancias son indefinidas, porque son clientes fieles y cautivos. Mortal.
Los restos del líder José Francisco Peña Gómez, los
expresidentes AntonioGuzmán Fernández, Juan Bosch y Joaquín Balaguer descansan
en sepulcroshumildes, pero dignos.
Sin embargo, el exmandatario Leonel Fernández Reyna
está adelante alante.
Él se resiste a ser enterrado en el cementerio
municipal. Como hombre moderno, construyó un mausoleo que, si los monarcas del
siglo XVIII resucitan, la envidia les rompería los ojos.
El orgullo de Leonel lo reivindicó el Parque
Cementerio Puerta del Cielo, primero yultra moderno cementerio privado del
país. Como Puerta del Cielo abrió laspuertas a la privatización de la muerte,
ofrece el servicio de enterrarte junto a tus mascotas.
En Santo Domingo están, además, los cementerios
privados Jardín Memorial y Parque del Prado.
Santiago de los Caballeros cuenta con los
cementerios Fuente de Luz Memoral Park y Jardines del Recuerdo. Debo reconocer
que son nombres poéticos.
Existe el Cementerio Privado de La Vega; en Puerto
Plata está el CementerioParque Jardín Nubes de Gloria.
En la Romana usted puede ser sepultado en una villa
mortuoria del Cementerio Memorial Servicios Exequiales. San Francisco de
Macorís pronto tendrá una extensión del Cementerio Fuente de Luz Memoral Park.
Olvídese del inglés. Usted puede morir y descansar en cualquier idioma.
Quiero subrayar que los campos santos, en el mundo
neoliberal de hoy, compiten en el mercado igual como lo hacen los hoteles, las
marcas de carros y de ropas.
Un cementerio privado puso en un anuncio algo que me
puso a pensar. Dice: “Estamos para convertir ese momento difícil, en uno
memorable y siempre ocupaciones”.
Si fuera un creativo publicitario vendería la
siguiente idea a un nuevo cementerioprivado: “Si quieres una muerte agradable y
digna, la Puerta de la Gloria está abierta”.
En Bella Vista, Santiago, hay una Asociación
Mutualista que ofrece servicios funerarios a muy bajo costo. Don Luis -- mi
padre--, era Ley, Batuta y Constitución de toda la familia. Recuerdo una vez
que una delegación de la sociedad visitó la casa para ofertar los paquetes
mortuorios para un velorio.
Allí llevaron brindis decafé, bizcochitos y
galletas. Y aclararon que si la muerte sorprende a uno en invierno, incluye té
de jengibre. El ataúd es económico, con cuatro sirios y una corona de flores.
Todo ello por sólo 125 pesos mensuales de la época.
Don Luis se quedó pensativo. Se rascó la cabeza y
mirando al cielo exclamó:
-- ¡Y quién va a pagar por adelantado para morirse!
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