Por Roberto Valenzuela
Se cuenta que cuando los reyes decidieron castigar a Cristóbal Colón por
sus barbaries en contra de españoles e indios, al llegar su sustituto a Santo
Domingo con lo primero que se topó fue con varios españoles colgando de árboles
recién ahorcados.
Son muchos los detalles misteriosos que rodean la vida del Almirante,
como aquel en que él lanzó una maldición o conjuro a su cocinero.
El suceso del cocinero llamado Espinosa lo recoge el mismo Colón en su
diario. Como éste marinero estaba consciente que estaba cambiando el curso de
la historia, todo, hasta el más mínimo detalle, lo anotaba en su diario.
Para empalmar la historia desde el principio, en el 1500 Colón era
capitán general y virrey de la isla española, pero cayó en desgracia con los
reyes de España, Fernando el Católico e Isabel.
Había múltiples quejas de los españoles residentes en la ciudad de Santo
Domingo, fundada en la margen oriental de la desembocadura del río Ozama.
Denunciaban maltratos, trabajos indignos, incumplimiento de compromisos, atraso
en el pago a los empleados públicos, brutalidad contra españoles e indios,
injusticias y nepotismo.
Según las habladurías, el Almirante había caído en desgracia con el rey
Fernando porque el marinero le había quitado una amante.
Y para cobrar venganza, a quien mandan a averiguar (juez y sustituto) lo
que pasaba en la isla fue a un viejo enemigo de Colón (por supuesta envidia y
lío de falda), a Francisco de Bobadilla.
A su llegada, lo primero que hizo Bobadilla fue poner los grilletes a
don Diego Colón, hermano del Almirante. Colón se encontraba en La Vega y cuando
fue informado se personó a la Villa de Santo Domingo, sin ofrecer resistencia,
pero quejándose de los atropellos del enviado de los reyes.
Cuentan que cuando Bobadilla ordenó encadenar, ponerle los grillos al
gran Almirante (ya convertido en leyenda), hubo un gran murmullo de
desaprobación y nadie se prestó a cargar con semejante infamia.
Bobadilla insistía gritando: ¡Aherrojadle! ¡Aherrojadle! Es decir,
que lo sometieran y le pongan los hierros, las cadenas.
Los mismos soldados que acompañaban a Bobadilla no se atrevieron a
ponerle encima un dedo al Almirante, pero siempre aparece un alma envenenada y
desagradecida, y este fue el cocinero y hombre de confianza del mismo Colón.
¡Que Dios te ayude Espinosa! Fue la expresión del Almirante, cuando éste
terminó de ponerle los grillos.
En esto apareció, con una tropa fuertemente armada, el otro hermano de
Colón, Bartolomé y trató de ofrecer resistencia, pero el Almirante lo
tranquilizó.
Humillados, encadenados, Colón y sus hermanos fueron embarcados hacia
España.
Se relata que como se trataba de una leyenda viviente, cuando se
embarcaron para España, el capitán de la carabela Gorda trató de quitar las
cadenas, pero este (Colón) se negó diciendo que si los reyes ordenaron poner
los grillos eran ellos que debían ordenar quitárselo.
“Así llegaron a España los que dieron a la corona un continente rico.
Así don Fernando aprovechó la oportunidad que se le presentó de cobrar una
vieja deuda de enamorado frustrado…”, relata el autor del libro Análisis del
diario de Colón (página 53), Ramón J. Didiez Burgos. La obra fue
publicada por el Archivo General de la Nación.
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