POR ROLANDO
ROBLES
El
pasado 17 de septiembre cumplió años el amigo Rafael Lantigua y a pesar de que
no lo llamé, tampoco pasé por alto tan magna efeméride. Pero, acepto que no
pude celebrarlo en grande, como se estila cuando un amigo se reencuentra con su
fecha de nacimiento. Pretendiendo salvar mi yerro -que no es memorial- quiero
presentarles lo que escribí sobre él, hace ya un tiempecito y parece que tuviera
razón el Zorzal Criollo, el Morocho del Abasto, cuando sostenía que: “Veinte
años no son nada”, porque sigo pensando igual sobre Rafi.
Septiembre
17, 2004. Nueva York
Al
Dr. Rafael (Rafi) Lantigua lo conocí en el año de 1957. Ambos asistíamos cada
viernes, religiosamente, a visitar a ese personaje tan querido y siempre
gratamente recordado que respondía al sonoro nombre de Sión. Más luego nos
juntamos en la universidad y a principios de los años 70 nos separamos de
nuevo, cuando él se adentró en sus estudios de medicina y yo en la ingeniería.
Al
emigrar a Nueva York, por los años 80, me reencuentro con el viejo amigo,
solidario y jovial, contradictorio y apasionado y, sobre todo, meticuloso
fanático del perfeccionismo, de las cosas “bien hechas”.
De
mis agradecimientos personales, ya he dado testimonio público y me imagino que
igual lo han hecho miles de dominicanos que requirieron y/o lograron su ayuda,
ya sea en el plano personal, profesional o político. Algunos, unos pocos, manifiestan
su discrepancia con el doctor Lantigua, basándola en lo que ellos llaman
“insensibilidad” del médico que, para muchos otros, es un “dechado de virtudes”.
Yo me conformo sabiendo que las excepciones tan sólo confirman las reglas.
Como
compañeros de partido que fuimos, nos enfrentamos en bandos en pugna en más de
una ocasión. Pero he tenido que reconocer que su capacidad de maniobra y temple
personal, lo hacen “un componente necesario” para ese PRD de grupos y
facciones, que peor andaría sin su presencia.
Hoy,
en su fecha de nacimiento, mi deseo es rendir culto a esa relación primaria que
se conoce como amistad, de la que no me arrepiento y desde esta tribuna
particular mía, hoy, quiero proclamar que su afán de superación personal debe
ser paradigma para nuestros jóvenes valores.
De
hecho, ya la historia lo registra como el primer hispano contratado como
profesor por el Departamento de Medicina de la prestigiosa Universidad de
Columbia.
Cada
milímetro de espacio que ocupa Rafi Lantigua, se lo ha ganado a fuerza de
perseverancia, dedicación y empeño propio.
Y aun
en este mundo de diatribas, perfidia y enemigos gratuitos, hay que admitir que
el dedo acusador de los mediocres no ha podido apuntar hacia él, como blanco de
deshonestidad.
Y
eso, la honradez de un hombre humilde y trabajador, que se abre camino en
tierras extrañas, también me llena de orgullo y satisfacción.
No en
balde el doctor Peña Gómez lo atrajo a su entorno y le confió su salud y
representación en esta gran ciudad.
En
este aniversario de su llegada al mundo, los que le queremos y respetamos,
reiteramos nuestra promesa de respaldo pleno, cuando decida enfrentar el gran
reto. Sus aspiraciones son las nuestras y sabemos que el país necesita hombres
como él al mando.
Para
finalizar, quiero hacerles una confidencia: Rafi Lantigua es uno de los hombres
más disciplinados y exigentes consigo mismo que yo he conocido; pero al mismo
tiempo, es una de las “Grandes Cucharas” del alto Manhattan. De una sentada, en
el restaurante de Moncho (Galicia 2); engulló un churrasco gigante, un plato de
arroz con habichuelas, una ensalada grande, dos pedazos de yuca, dos servicios
de pan con ajo, tres cervezas, dos postres y un “cortadito” para cerrar. La
verdad es para decirla.
¡Larga
vida amigo Rafi Lantigua!
¡Gran
Zaramagullón del PRD!
¡Vivimos,
seguiremos disparando!
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