POR ROLANDO ROBLES
Justamente eso, poco menos de trece minutos, necesitó el Presidente dominicano para decirle al mundo la situación actual de nuestro país y lo hizo con tanto rigor y disciplina, que nos pareció como si Luis Abinader ha vivido desde siempre en las estructuras del Estado dominicano. No hay dudas, por la calidad y contundencia de ese corto -aunque muy sustancioso y valiente discurso- podemos concluir que estamos ante un auténtico Hombre de Estado.
Pero permítanme analizar la pieza oratoria del Presidente dominicano,
con la misma disciplina y método que he utilizado con otros políticos criollos.
Examinemos párrafo por párrafo lo que dijo el Ejecutivo nuestro en ese
importantísimo cónclave que es la LXXVI Asamblea General de las Naciones
Unidas.
Su entrada fue muy convencional; la que corresponde a un país pequeño
y en vías de desarrollo, que llega a este foro con la intención clara de dar a
conocer sus limitaciones y su posición ante los principales problemas del mundo
actual. No intenta impresionar con ese lenguaje ampuloso y florido, tan propio
de los que se creen “ungidos”. Luis Abinader fue directo al grano.
En los primeros párrafos el Presidente describe la razón de su
comparecencia y resalta el espíritu de la Carta Constitutiva de la ONU, que es:
“la unidad de todos los países miembros, como base para enfrentar juntos los
problemas globales”. A seguidas señala las dificultades que aquejan al mundo de
manera inmediata: el COVID-19, el Cambio Climático, la Revolución Tecnológica y
el nuevo enfoque sobre el Estado de Bienestar General a que aspiramos.
Mas adelante, explica con las palabras exactas, las vicisitudes que
soportamos con la pandemiay el optimismo con que siempreenfrentamos las
adversidades. Con orgullo patrio dio a conocer las estadísticas logradas con la
vacunación masiva de la población y la disposición de donar solidariamente una
importante cantidad de dichos fármacos a países vecinos.
Con humildad y también energía, llamó la atención de las naciones grandes
a invertir en las mas pequeñas, pero, sin presentarnos como pordioseroso pedigüeños,
que ha sido la estrategia diplomática habitual de nuestros vecinos más
cercanos, aunque, el Presidente jamáslo señaló,a lo largo de su brillante alocución.
Expuso con valentía la necesidad de buscar nuevas formas de acceso a
los mercados financieros, a fin de salir de la crisis económica provocada,
pero, que al mismo tiempo no obligue los países de bajos ingresos a un
endeudamiento galopante e insostenible que de seguro, provocará perturbaciones
sociales de dimensionesmás catastróficos que los daños materiales causados por
la propia epidemia de salud.
En este enfoque sobre elasunto del financiamiento para el desarrollo
de los países pobres, Abinader resaltó el hecho de que la deuda externa
generada en la mayoría de estos paísesactúa, almismo tiempo, como una especie
de retranca, que los acogota y obliga a traspasar la presión económica a lospueblos,
connuevas y odiosas reformas fiscales. Este hecho colateral es lo que nos conmina
a buscar soluciones novedosas y urgentes, enfatizó el Ejecutivo.
Todavía en el capítulo del financiamiento global, nuestro Presidente
evidenció la gran injusticia que se comete en el marco operativo del Fondo Monetario
Internacional que, con el objetivo de mejorar la liquidez monetaria, su Junta
de Gobernadores dispuso de millonarias asignaciones para todos sus países
miembros.
Sin embargo, la mayoría de dichos fondos se quedaron en manos de los
países más desarrollados, que son a su vez, los que menos lo necesitan. Para
corregir el entuerto, Abinader propone y recomienda, destinar tales
asignaciones a los países de medianos y bajos ingresos que, en justicia, son
los que necesitan disponer de tales ingresos.
Ya en la parte media de su discurso, el Presidente dominicano reiteró
el compromiso del país con el sistema democrático, señalando su reciente
convocatoria al diálogo a las fuerzas vivas de la nación, en búsqueda de soluciones
consensuadas para los problemas nacionales de mayor trascendencia e interés. De
igual manera se refirió a la preservación de los derechos humanos, uno de los
pilares que sustentan la existencia de las Naciones Unidas.
Pero talvez, lo mas significativo de su discurso fue su decisión de
conducir el país por los senderos de la transparencia total en el ejercicio gubernamental,
una senda que ya casi habíamos olvidado usar. Esa solida determinación de
forjar una justicia funcional y moderna me complace de forma personal, porque
no lo hace en la búsqueda del poder -como hasta el día de hoy lo han hecho sus
antecesores- sino, en el ejercicio de éste y ante los ojos del mundo que se
reunió en esa Asamblea General.
Un Ministerio Público independiente y perseguidor del delito, en
cualquier modalidad o circunstancia, junto a una Policía Nacional renovada y
diligente, son las dos armas que en primera instanciaconducirán el tren de la
justicia, para preservar la seguridad plena de la ciudadanía y los bienes del
Estado. Mas luego, esperamos, los tribunales habrán de terminar ese proceso de
vuelta al decoro, al reinado inmaculado de la justicia.
Ese fue el mensaje que Luis Abinader dio ante ese foro internacional:
Garantizar un alto rotundo y definitivo a la corrupción y la desaparición total
de la impunidad, esa es la promesa hecha por nuestro Presidente ante las
naciones del mundo.
Refiriéndose al denominado Cambio Climático, el Ejecutivo nacional
demandó el apoyo mundial para detener la destrucción del planeta y preservar
los recursos naturales, pero, precisó que nosotros, un estado pequeño, que
ocupa parte de una isla también pequeña, no somos los responsables del CO2
generado y que está destruyendo nuestro medio ambiente; por tanto, corresponde
a las grandes naciones culpables, cubrir los gastos para reparar los males
creados.
Ya en el tramo final de su comparecencia ante la ONU, nuestro
Presidente se refirió al vecino pueblo de Haití de manera muy precisa, con
solidaridad y compasión por las desgracias que lo han abrumado desde siempre.
Sin embargo, yo sólo quiero llamar la atención sobre dos hechos en particular,
relacionados con nuestros eternos vecinos.
Primero, ya el presidente Abinader lo ha dicho en otros escenarios: “yo nunca me cansaré de ayudar a Haití”, una
declaración que no deja dudas del sentimiento de los dominicanos hacia los
hermanos haitianos, y
Segundo,en su reciente discurso ante la ONU el Presidente fue muy
enérgico:“pero también les reitero que
no hay, nihabrá jamás una solución dominicana a la crisis de Haití”, y
este es también el sentimiento de todos los dominicanos.
¡Vivimos, seguiremos disparando!
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