Por Miguel Ángel Cid Cid
Los seres humanos, a pesar de la posición social, política, económica
e ideológica, están sujetos a acciones obligatorias de acuerdo a sus oficios,
arte o profesión de vida. Los religiosos de cualquier clero o jerarquía y los
políticos también, están sujetos a las mismas reglas del común de los mortales.
En efecto, una de las características de todos los seres humanos
consiste en equivocarse, lo que quiere decir que el homo sapiens es imperfecto.
Ahora, también es de humanos implorar perdón por los errores cometidos.
En consecuencia, hay quienes reciben el perdón de sus iguales una y
otra vez, y nunca alcanzan a darse cuenta que llegará el día en que será
imposible pedir clemencia. En la madrugada del 17 de abril 2019, el
expresidente del Perú, Alan García, se arrancó la vida de un disparo en la
cabeza.
El expresidente García, fue tan beneficiado del perdón, que luego de
concluir su primer mandato presidencial en 1990, hubo de pasar varios años
prófugo de la justicia. Cuando la Corte Suprema declaró prescritos en el 2001
los delitos que se le imputaban, Alan García regresó a Perú. Luego, la coyuntura
y las habilidades políticas que lo adornaban le allanaron el camino para
regresar al solio presidencial del Perú.
O sea, que después de “desfalcar
las arcas del Estado” el pueblo peruano eligió de nuevo a Alan García
presidente constitucional con amplia ventaja sobre sus competidores. Su segundo
mandato, transcurrió del 2006 al 2011 entre indultos alegres y componendas
perversas.
Las fórmulas usadas por el habilidoso Alan para pedir piedad, fueron
muchas. Y la piedad lo favoreció de mil maneras. Él, creyó en la bondad perenne
del indio americano y se olvidó de la memoria sempiterna del Inca. Sí, el Inca viene
guardando los clavos para todos “los
Pizarro” que lo “conquistaron”. El
Inca se ahorró crucificar a Alan García, solo tuvo que entregarle los clavos
para se convirtiera en su propio verdugo.
El expresidente peruano calculó mal, el total de la suma lo consiguió
en República Dominicana donde al decir de un exmandatario, “los expresidentes son intocables”. Él pensó
mal, al creer que por ser figura histórica, la justicia de Perú daría crédito a
sus palabras sobre las de Jorge Barata, antiguo superintendente de Odebrecht en
Perú. Pasó todo lo contrario.
En su delirio, el gran Alan García dejó pasar desapercibido el juicio
al todo poderoso, Alberto Fujimori y la reciente destitución y posterior
apresamiento de Pedro Pablo Kuczynski. A Fujimori lo liberaron, producto de una
componenda y al poco tiempo se descubrió el acertijo y lo regresaron a su
celda.
La investigación de relojería, realizada por los fiscales peruanos
sobre la operación Lava Jato, también tiene en la mira a los ex gobernantes, Ollanta
Humala y Alejandro Toledo. Las principales cabezas del fujimorismo están en
prisión.
En República Dominicana, hace tiempo que no se avistan relojeros en
las esquinas. Incluso, muchas personas utilizan reloj de pulsera solo por lujo
o costumbre. Ahora, el mismo caso de Odebrecht que tiene acorralado a cuatro
expresidentes en Perú se ventila en los tribunales dominicanos.
La gente en la calle repite que “no
son todos los que están, ni están todos los que son” y en su momento, el
actual presidente del Senado afirmo que “yo
anduve en el lodo sin enlodarme”.
¡Quiera Dios! y a los santos apóstoles, que el espíritu del Inca se
mude aquí unos meses. Que de camino, traiga en su alforja algunos clavos para
crucificar en sus respectivas cruces a los que están y a los que faltan.
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