Por Miguel Ángel Cid Cid
Frecuentemente,
los líderes sindicales son llamados con el epíteto de “los dueños del país”. Ahora, los verdaderos dueños absolutos del
país son los paladines religiosos, en especial, el alto clero católico. Los “reverendos” de otras denominaciones no
se quedan atrás.
Ambos sectores,
sindicalistas del transporte y religiosos, utilizan los mismos métodos de
presión cuando quieren conseguir privilegios de parte del gobierno. Los
sindicalistas convocan huelgas de transporte para paralizar el país. En cambio,
la cúpula religiosa se vale del pulpito para criticar el gobierno en vez de
predicar la justicia social.
En el fondo,
tanto los dirigentes sindicales como los guías religiosos, buscan obligar al
gobierno a otorgarles beneficios que aumenten el poder de sus elites. En ningún
momento reclaman el beneficio de sus respectivos afiliados o feligreses.
Al final de
cuentas, la mayoría de las acciones de las iglesias, igual que las de los
sindicalistas, hacen alardes para que la gente crea que los están defendiendo.
Por lo regular, pregonan slogans o lemas en defensa de sus feligreses para
esconder intereses espurios.
La cúpula
eclesiástica se opone con rabia al aborto y de paso, dejan de lado la
pederastia (abuso de menores) y pasan desapercibido los montones de abortos
practicados a mujeres. ¿Cuál es el propósito de estos abortos? Interrumpir un
embarazo producto de una penetración divina en la persona de un sacerdote.
Aun hoy, ha sido
imposible implementar la educación sexual en las escuelas dominicanas. El clero
católico y los santos varones de las iglesias “evangélicas” creen que orientar
a niños y niñas sobre la responsabilidad del sexo es inducirlos al pecado. En
cambio, que cardenales, obispos y pastores les practiquen sexo a los niños y
niñas, en muchos casos es considerado como una manera de acercarlos a Dios.
El sanedrín
católico, casi enloquece siempre que se cierne la posibilidad de dejar sin efecto
el concordato y establecer un Estado laico que respete por igual todos los
credos religiosos. Que el Estado sea laico, borraría la práctica de entregar
todo tipo de privilegios al alto clero católico. También, le quitaría la
prerrogativa de que muchos de los actos católicos tienen fuerza de ley.
Esa misma
iglesia, es la que fue la quinta columna de la dictadura de Trujillo y los 12
años sangrientos de Joaquín Balaguer. Sin mencionar, las incontables dictaduras
que Roma apadrinó en toda Latinoamérica. Ni hablar, de los miles de cristianos
llevados a la hoguera para ser quemados vivos por herejes, cuando su única
herejía fue pensar diferente a los santos padres.
Por todo ello y
más, es que resulta sospechoso en extremo, ver el Episcopado católico “entrándole a la conga” a la reelección
de Danilo Medina en el 2020.
El “Sermón de las siete palabras”, es una tradición
de la Semana Santa. En la recién pasada Semana Mayor, el Sermón se dedicó a
clamar con vehemencia para que Medina desista de la reelección y que cese de la
corrupción pública.
El frenesí del
sanedrín católico me obliga a hacer varias preguntas.
¿Qué busca el
Episcopado católico enseñando tanto el refajo?
¿Por qué ese
mismo Episcopado se empeñó en sacar del país al padre Rogelio Cruz y por la
negativa de este a irse lo sacaron de la iglesia?
¿Por qué la
iglesia católica le entra con tanta vehemencia a la reelección presidencial y
no hace lo mismo con los curas pederastas y violadores?
Usted, amigo
lector, está en libertad de decidir si apoya o se opone a la reelección de
Danilo Medina en el 2020. También, es de cada ciudadano decidir si apoya o
rechaza la reelección de Leonel Fernández e Hipólito Mejía. De paso, pregúntese
por qué la iglesia en su sermón no dijo ni ji sobre estos
dos reeleccionistas.
Una última
pregunta por ahora: ¿Qué tendría que hacer Danilo Medina, para que los obispos
católicos cambien de opinión y pasen a hacerse de la vista gorda frente a la
reelección?
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