Por Juan T H
El presidente de
la Junta Central Electoral, doctor Julio César Castaños Guzmán, en tono
enérgico dijo que el pleno de ese órgano no le teme a nada ni a nadie, que hará
cumplir el mandato de la Constitución y de la nueva ley que lo rige. En consecuencia, pidió un voto de confianza.
Pues mire que
no, mi dilecto amigo. Ningún voto de confianza. Gánese la confianza del pueblo,
haga valer la ley, aplíquela rigurosamente a todos por igual, sin
discriminación, sin parcialidad, sin sopesar intereses, sin mediatintas.
Empodérense ustedes mismos distinguidos magistrados; levántense, colóquense por
encima de los partidos, sus dirigentes y sus intereses que el país es primero y
más importante.
Leyes tenemos,
lo que necesitamos es fuerza de voluntad, coraje, determinación y vocación de
servicio. Digan no cuando haya que decir no, digan sí cuando haya que decir sí,
siempre apegados a la ley. Dentro del marco jurídico, todo, fuera de la ley,
nada. De ese modo el pleno de la JCE se ganará el respeto de todos los
ciudadanos.
Las anteriores
JCE han sido cómplices y hasta protagonistas de los distintos fraudes que se
han producido en las elecciones congresuales, municipales y presidenciales,
atendiendo a los integrantes de sus jefes políticos que “cuando no ganan,
arrebatan” utilizando los recursos del estado, la fuerza policial y militar,
presionando a los ciudadanos y comprándoles sus conciencias.
La JCE anterior fue un mal ejemplo. Su presidente
impuso una dictadura con “tres votos a favor y dos en contra” para hacer y
deshacer, con el costoso respaldo de una parte de la prensa y sus “líderes de
opinión”, permitiendo toda clase de anomalías en perjuicio de la
institucionalidad y la transparencia del proceso electoral. El pleno desapareció.
El jefe supremo impuso, casi con puño de hierro, decisiones antidemocráticas,
violatorias de la ley. Los fraudes caracterizaron las elecciones. Los dijeron
los informes posteriores de los observadores tanto nacionales como
internacionales. Las elecciones que “ganó” Danilo Medina con “su” Congreso,
fueron un verdadero desastre que bien pudo provocar un baño de sangre, que no
ocurrió, dicho sea de paso, por la actitud pasiva del ex presidente Hipólito
Mejía que no lanzó el pueblo a la calle. (De haberlo hecho todavía estaríamos
peleando)
Hasta prueba en
contrario, creo en la idoneidad de Julio César Castaños, Carmencita Imbert
Brugal, Roberto Saladín, Henry Mejía, incluso de la señora Graciano Rosario, a pesar de que
fue parte del “tres y dos” de Roberto Rosario. El pleno tiene que actuar con
espíritu de cuerpo y sentido democrático. No más jeque árabe en la JCE, no más
dictadores. Atrás debe quedar el individualismo, la componenda política, la
falta de transparencia y la corrupción.
Ojalá que el pleno
de la JCE actual, algunos de los cuales gozan de mi estima y consideración, se
casan con la gloria organizando unas elecciones congresuales, municipales y
presidenciales que sean ejemplo en América Latina, despejando de una vez y por
todas el fantasma recurrente del fraude.
Me han estafado
y engañado tanto, que hace años dejé de otorgarle voto de confianza a gente que
al final no se lo gana. Si la JCE quiere “un voto de confianza”, que se lo gane
imponiendo la ley, demostrando con sus hechos que no permitirá que nadie, no
importa como se llame, ni qué posición tenga en la sociedad, aun sea el
presidente de la República, tendrá que cumplir los preceptos legales o pagar
las consecuencias.
Si los miembros
del pleno así lo hicieran, recibirán, no
solo un voto de confianza, recibirán el respeto y admiración de todo el pueblo
que los colocará en un pedestal histórico con sus nombres grabados en letras de
oro. De lo contrario, terminarán, como muchos otros, en el zafacón de la
historia.
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