POR ROLANDO ROBLES
Nunca le puse mucha atención, porque, a decir verdad, no me siento
cómodo cuando gente de Estado escoge un escenario con solemnidad intrínseca y manifiesta,
para instalar un “bazar persa”. Pero, tampoco lo critiqué en su momento, y ese
es mi gran lamento, o más bien, mi mayor remordimiento; porque “el que calla
otorga”, reza el viejo refrán.
En mi favor argumentaré que yo sólo estudié Electromecánica y que, por
demás, el tema parece ser del ámbito de los entendidos en Derecho y con
especialidad en asuntos constitucionales. Aunque, recordando al insigne
profesor Ing. Pablo Martínez, he de reproducir una frase que era casi su declaración
de principios en el aula: “Bachiller, si
de algo han de servir las matemáticas en su vida, es para enseñarle a razonar”
Por eso me tocó tan a fondo la reflexión de un congresista seguidor
del presidente Fernández. Dice Manuel Orlando Espinoza, diputado por San
Cristóbal, que “el artículo transitorio que permitió a Medina repostularse, a
cambio de su renuncia a intentar hacerlo de nuevo y de no presentar en el
futuro candidatura a la presidencia o la vice, tiene carácter pétreo”.
Ello significa, según el legislador que, aunque la Asamblea Nacional
en funciones de Asamblea Revisora de la Constitución lo dispusiera, el
susodicho artículo transitorio no puede ser derogado y permanecería como “letra
muerta” en el texto constitucional, por los siglos de los siglos. Claro, esto
es, si estuviéramos en un escenario que privilegie los formalismos.
Lo que me ha llamado la atención realmente, ha sido el razonamiento
del legislador que, aun y cuando es inusual y un tanto ecléctico, denota una cercanía
con la lógica. Eso es lo que yo quiero compartir con ustedes, más allá de si
estamos de acuerdo con que se elimine o no, esa limitación que Medina tendría o
mas bien tiene, mientras viva.
Veamos algunos detalles de lo que plantea el diputado Espinoza:
Cuando Medina hizo el trueque, se comprometió a no
postularse nunca más, si le permitían ser candidato por segunda vez. Y se lo
permitieron, y ganó y fue presidente por segunda vez.
La pretensión de su gente de eliminar su parte de responsabilidad es
impracticable, porque él no puede devolver lo que le concedieron los
legisladores al momento del acuerdo.
Deshacer el trato, que es el objetivo de los seguidores de Medina,
nunca se podría materializar, porque es imposible que él pueda dejar de ser el candidato
del PLD, que ya fue y el presidente que se juramentó en agosto de 2016.
A esto, le agrego yo una realidad palpable: modificar el transitorio o
eliminarlo, significa “hacer una ley que funcione para el pasado”, algo
insólito en la historia legislativa mundial.
Hasta aquí, la inferencia parece imbatible, pero no definitiva, porque
el Congreso puede perfectamente, “chamuscar” la Constitución, eliminando del
texto el referido acuerdo y apelar a razones políticas para justificarse. Dichas
razones, siempre serían legales, aunque nunca legítimas.
Solamente tiene (el Congreso) que, socarronamente, asumir uno de estos
tres conceptos; (a) que el fin justifica los medios, (b) que los pactos no se
hicieron entre caballeros y (c) que la Constitución, es “un simple pedazo de
papel”, como alguna vez se dijo.
Yo no sé, cuál de los tres resultaría el mas pecaminoso; pero entiendo
que, de optar por cualquiera de ellos, implícitamente quedaría establecido que
el presidente Medina es un redomado “tramposo”, algo, que me niego a creer. Pero además, tampoco entiendo en qué pudiera favorecerle un
dislate así, que sin dudas, resultaría más pesaroso para su futura vida civil,
que el hecho de no poder aspirar jamás a la presidencia del país.
Solamente imagínense al señor Presidente, y a la gleba anti peledeísta
de Nueva York, voceándole calificativos como: pillo, bribón, granuja, tunante,
malicioso, descarado, bufón, engañador, tramposo, sabichoso, fullero, cubero y
cuántos epítetos mas pudieran imaginarse, sólo para recordarle que él faltó
reiteradamente a su palabra.
Yo sé que al Presidente le importa un bledo la comunidad dominicana
del Exterior -a juzgar por la indiferencia con que su Gobierno nos trata- pero
también creo que, él no debe sentirse bien con un escenario cargado de tanto
escarnio callejero. Por ello y otras razones bien conocidas, pienso que el
Presidente no debe aplaudir a los “payasos reeleccionistas”… a menos que él
sea, personalmente, “el dueño del circo”.
Hay otra arista de este complicado asunto, que expone un dilema
todavía más engorroso. No se trata del bochorno que implica para Danilo Medina,
que se le considere hoy como un presidente “sin palabra”, algo que valora tanto
el pueblo sino, del daño que le causará a su figura histórica, a su familia y a
la escala de valores nuestros.
La palabra es tan estimada que, a pesar de la historia-fábula de “Andresito Reyna”, el irresponsable
padre que se jugaba la comida de sus hijos a las patas de un gallo-según el
maestro Luis (Terror) Díaz- el pueblo llano cree que la gallera es “el último
reducto de responsabilidad que nos queda en el país”, y es debido a que allí,
se honra la palabra empeñada en pactos o apuestas, aunque no se escriba
documento alguno.
Se trata de lo que la gente piensa sobre la entereza del Presidente
que, a fin de cuentas, es uno de sus paradigmas más influyentes. Eso debiera
preocupar a Danilo Medina, porque su Gobierno -que ha sido más bueno que malo- podría
pasar inadvertido en el imaginario popular, opacado por el doblez de su
palabra.
Al final, quiero condensar la crítica, en una expresión que refleja mi
más íntima convicción: Danilo Medina, el ciudadano, no se merece que el
Presidente invalide su memoria, por no tener “palabra de gallero”
¡Vivimos, seguiremos disparando!
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