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domingo, 11 de octubre de 2020

Robinson Aybar imprime nuevos bríos al CCS


 

Por Miguel Ángel Cid Cid

 

De buenas intenciones está el infierno lleno. El refrán le cae como anillo al dedo a unos cuantos funcionarios designados en el nuevo gobierno. Trazaron su lista de objetivos y aspiraciones, colmados de buenas ganas y de buena ley.

 

Pero en el proceso de su instalación unos se sienten agobiados, confundidos por el cúmulo de cosas que trae aparejado el cargo. Otros, en cambio, tienen bien claro lo que quieren y cómo lograrlo. Y ese el caso del nuevo director del Centro de la Cultura de Santiago, Robinson Aybar.

 

Robinson Bernabé Aybar Espinal, 62, es un artista orgánico del Centro de la Cultura. Se inició con Rafael Villalona, entonces designado director del Teatro Popular del Centro. Siguiendo el ejemplo de su maestro Villalona, llegó a dirigir el TPC, para luego pasar a dirigir el teatro CURSA-UASD. Impartió docencia en Bellas Artes y en la PUCMM. Fundó decenas de grupos teatrales en todo el Cibao. Fue aquel flaco y soñador muchacho del barrio que con tesón y persistencia se ha hecho así mismo.

 

Aybar se propone crear las Compañías de Ballet Clásico y la de Ballet Folclórico; también las Compañías de Títere y la de Teatro. Esas compañías serán de carácter regional y se nutrirán de los estudiantes o egresados de las diferentes escuelas en las respectivas áreas del arte existentes.

 

El maestro de la pantomima, Robinson Aybar-- discípulo del célebre mimo y actor francés Marcel Maceau, asegura que se realizará el Festival Internacional de Teatro de Santiago.

 

Todo ello sin descuidar las exposiciones, conferencias, seminarios y presentaciones artísticas, consustanciales a la misión del Centro.

 

Para hacer más ligero su ambicioso programa sería recomendable coordinar sistemáticamente con Sarah Espinal, abogada y gestora cultural, Directora Regional del Cibao de Cultura.

 

¿Qué otro tipo de actividades puede organizar el Centro de la Cultura y el Ministerio de Cultura en su conjunto?

 

Cultura puede organizar, por ejemplo, el festival de la bachata, el festival del merengue, el festival de atabales, etc. Para la producción musical de estos festivales, el ministerio debería crear un mecanismo para que sean los grupos participantes los que los comercialicen.

 

Por otro lado, las bases para participar en esos eventuales festivales deben centrarse en la creatividad y autenticidad. Es decir, para las bachatas y los merengues participantes deben ser creaciones nuevas. Composiciones que sirvan para ensanchar el repertorio y el buen gusto de cada género. Sobre todo ahora que son patrimonios culturales de la humanidad. Y que el Ministerio tiene un músico popular de sonados éxitos, como vice ministro.

 

El Ministerio de Cultura, asimismo, podría propiciar un acuerdo estratégico con la UASD, a fin de ofertar formación profesional en planificación y gestión cultural. Otra carrera a incluir puede ser el periodismo cultural. La oferta curricular debe abarcar los niveles de licenciatura y maestrías, acompañada de un sistema de becas de fácil acceso.

 

Y es que el mundo de la cultura está lleno de gente con conocimientos sobrados en gestión y planificación, pero no cumple con los requisitos para titularse de licenciado o magister. Para ellos se crearíauna oferta curricular de especialización bajo el rigor metodológico de la academia que esté exenta de los requisitos exigidos para ser licenciados o magister.

 

El gestor o planificador cultural debe ser como la mujer del Cesar que, además de seria, debe aparentarlo. El gestor por su lado debe saber lo que quiere, pero mucho más debe saber para qué lo quiere. Es ahí, en ese que aparente juego de palabras, pero que no lo es, donde radica la importancia de la planificación en la gestión cultural.

 

Siempre se ha dicho que lo más importante en la vida y, por vía de consecuencia en la gestión cultural también, es saber lo que se quiere; lo que se quiere lograr. El éxito exige, además, definir para qué se quiere hacer eso que se pretende. Es decir, que los objetivos trazados se conviertan en la guía para alcanzar las metas deseadas. Para estos fines hay que determinar con precisión los métodos adecuados para abordar el trabajo.

 

De manera que Robinson Aybar tiene el reto de emplearse a fondo a elaborar, ahora que apenas asume el cargo o encargo, su plan operativo concreto de acciones en su gestión del Centro de la Cultura. Igual para Sarah Espinal, quien debe crear sinergia con Aybar, en su condición de Directora Regional Cibao de Cultura.

 

Ambos, Sarah y Robinson, tienen el perfil y el talento para echar a andar el arte y la cultura en el Cibao.

 

Le auguramos muchos éxitos.

 

 

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